Durante la semana pasada el Banco de México (Banxico) difundió, conforme a sus estados financieros dictaminados, que durante el ejercicio fiscal 2023 registró una pérdida contable de 440 mil 016 millones de pesos. Esto se publicó en casi todo los medios y atendiendo a la misma explicación hecha por Banxico, se puso especial énfasis en que el resultado negativo se derivó básicamente por las pérdidas cambiarias, originadas por la apreciación del peso. De modo que la conclusión simple fue el señalar que el contar con una moneda fuerte (con un peso fuerte) pudiera hacer tanto o más daño que el no tenerlo. Vale la pena abundar en el tema, a modo de despejar dudas -y hasta ciertos mitos- y encontrar explicaciones sencillas que nos permitan entender este resultado negativo en los estados financieros, alejándonos lo más posible de tecnicismos que frecuentemente enredan más a los lectores.
Lo primero que debe señalarse es que Banxico como cualquier otra institución financiera puede tener ganancias o pérdidas a lo largo de un ejercicio fiscal por las operaciones que realiza. Estas utilidades deben servir para amortizar pérdidas acumuladas de ejercicios anteriores (si las hay) y para restituir su capital. Lo que queda una vez realizados estos movimientos contables es el remanente de operación.
Es factible, en consecuencia, que se tenga una utilidad en el año, pero que no se cuente con un remanente de operación. Tal como aconteció en 2020 en el que Banxico obtuvo 165 mil millones de pesos como resultado de su ejercicio, pero de los cuales utilizó 74% para amortizar pérdidas de ejercicios anteriores y el resto para ampliar sus reservas de capital contable. Es decir, el banco central cubrió primero sus necesidades de balance, sin quedarle después remanente alguno.
La ganancia que obtiene Banxico en un ejercicio y el consecuente remanente de operación se derivan básicamente de dos fuentes: de la revaluación de las reservas internacionales y de su margen financiero, es decir, de la diferencia de los intereses que cobra y paga a los intermediarios financieros. Para que las operaciones de Banxico se tornen en ganancias se requiere básicamente que exista una revaluación en pesos de las reservas internacionales que administra el banco central y esto se produce cuando existe una depreciación del tipo de cambio. Por el contrario, cuando existe una apreciación, se incurre en una pérdida porque el valor de las reservas en pesos ha disminuido. En forma paradójica se podría decir que un peso fuerte le genera pérdidas contables al banco central y un peso débil le origina ganancias.
Antes de avanzar en la descripción, vale la pena señalar que Banxico no es una institución de lucro, por lo que después de compensar sus pérdidas y restituir su capital, está obligado a entregar el importe del remanente de operación (reitero, si lo hay) al gobierno federal en abril del siguiente año. Se piensa que el remanente puede utilizarse para cualquier cosa, incluso para financiar el gasto corriente, ese es otro gran error: por ley, 70% del remanente debe utilizarse para amortizar la deuda pública y 30% debe destinarse al Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios. Esto es, el remanente de 2020 no podía utilizarse para atender la presión de gasto que originó el COVID-19, tal como lo quería el presidente de la república.
Tratemos de ahondar en los principales rubros del balance del Banco de México, por el lado de los pasivos y de los activos. Lo primero que habría señalar que Banxico no es un intermediario financiero, es decir, no capta recursos para prestarlos. Su función es la de sostener el sistema de pagos del país, para lo cual resulta importante actuar positivamente sobre el valor de nuestra moneda y mantener una inflación baja y estable, que sea en todo momento controlable.
La contabilidad de Banxico es única y especial: la emisión de billetes y monedas es su pasivo principal; en tanto que las reservas internacionales (la adquisición de dólares mediante el intercambio por pesos) es su activo principal. Las reservas internacionales no forman parte de los recursos del gobierno federal, sino que se integran al balance de Banxico para respaldar al dinero que está en circulación. Los ingresos en divisas se intercambian por pesos, por lo que todas las transacciones en el mercado interno están respaldadas por estos activos monetarios en moneda extranjera que administra el banco central. Por el contrario, cuando los consumidores o las empresas requieren hacer alguna adquisición del exterior o pagar deudas externas tienen que intercambiar pesos por divisas; de ahí la importancia de contar con suficientes reservas internacionales. Este intercambio de dólares (principalmente) por pesos y viceversa, es lo que sustancia a nuestro sistema de pagos.
Cuando el gobierno coloca deuda en el exterior, recibe divisas que los intercambia por pesos en Banxico, mismos que se utilizan para el gasto público. Si el gobierno requiere liquidar deuda externa, tiene que acudir al banco central para adquirir moneda extranjera (dólares) con pesos. En el caso de que el gobierno no cuente con suficientes recursos (ingresos propios) para adquirir los dólares que requiere tiene que emitir deuda interna. De modo que no se puede hacer uso directamente de las reservas internacionales para pagar deuda externa, porque se le quitaría el respaldo a los pesos que ya se encuentran en circulación.
El problema básico no consiste, entonces, en que se aprecie o se deprecie el peso, sino en mantener un nivel adecuado de reservas internacionales para respaldar al dinero en circulación; lo que se traduce en mantener razonablemente el valor del peso, que se refleja en el tipo de cambio. El peor de los escenarios es cuando una moneda se colapsa ante la erosión de las reservas internacionales. De hecho, es común que los bancos centrales salgan al mercado sacrificando parte de sus reservas internaciones para contener altas y preocupantes variaciones en el tipo de cambio y nada más grave –como nos sucedió en 1995– que no contar con estos fondos para enfrentar esta eventualidad.
Aun cuando el país cuenta con un tipo de cambio flexible, esto es, que el valor de la moneda fluctúa con las condiciones de mercado, se tienen que contar con reservas suficientes. No tenerlas significa tener un sistema de pagos débil para cubrir las obligaciones a corto plazo de deuda en moneda extranjera y para cubrir las importaciones que requieren los procesos de consumo e inversión, más cuando la economía se encuentra en una fase expansiva.
Este requerimiento de reservas se vuelve tanto o más indispensable si en forma precautoria tiene el propósito de contener el impacto de crisis financieras generalmente impredecibles que se gestan a nivel global. Enfrentar salidas extraordinarias de capitales con depreciaciones abruptas del tipo de cambio resulta terrible para cualquier economía. Cuando se hace evidente que no se tiene capacidad de pago para cubrir deudas en divisas a corto plazo, el salir al mercado financiero internacional se torna tortuoso, no sólo porque se hacen inaccesibles muchos fondos, sino porque los empréstitos o préstamos se otorgan a mayores tasas de interés; es decir, el dinero se vuelve caro. Quedarse sin reservas o ser insolventes implica volcarse hacia ahorros excesivos en los gastos para obtener superávits financieros, sin importar los efectos nocivos que generan la contracción del mercado interno y las bajas tasas de crecimiento económico; delineando una estrategia a largo plazo que favorece a las exportaciones y a la captación de divisas, que en una buena proporción se inmovilizan sólo para ir acumulando reservas.
La tendencia en el mundo y desde luego, de los bancos centrales ha sido mantener importantes saldos de reservas. Se estima que a partir de la crisis mundial de 2009 las reservas internacionales en los países emergentes han aumentado en más de 7 billones de dólares. Esa es la misma tendencia que se ha tenido en México, ahora las reservas rondan en 217 mil millones de dólares, representando alrededor de 20% del PIB.
Las reservas internacionales se invierten bajo las mejores normas internacionales, es decir, en instrumentos seguros y con gran liquidez, aun cuando los rendimientos sean bajos, sobre todo, si se comparan con otros activos locales que tienen un mejor rendimiento. Es posible que a este menor margen financiero se le sumen pérdidas por una apreciación de nuestra moneda. Sin embargo, no existe nada más importante que contar con reservas suficientes; para ello existe el criterio general de que el saldo de las reservas internacionales debe cubrir cuando menos un año las obligaciones en moneda extranjera que se tengan. Este criterio se cumple en México.
Cuando se analizan los resultados financieros del Banco de México no debe olvidarse que su función no es obtener utilidades, sino la de preservar el valor de nuestra moneda. Esa es la razón de ser su autonomía: que por sí mismo determine sus políticas e instrumentos para que contribuya al sano desarrollo económico del país.
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