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Docentes: prudencia y razón por encima del deseo
Revista Educarnos
Lejos de una discusión psicoanalítica que muestre la lucha interna entre las instancias del aparato psíquico, hablamos aquí simplemente de un hecho concreto. Diferentes medios de comunicación, investigadores, teóricos, académicos y la población en general, todos tienen una opinión, han señalado lo complicado, complejo, difícil y a veces infructuoso que ha sido lo educativo durante la pandemia, principalmente porque ha suscitado estrés, tensión y dificultades emocionales que limitan, o impiden incluso, el proceso de enseñanza-aprendizaje.
En todo este tiempo, más de 14 meses, ha existido la esperanza, el anhelo, el deseo de que las condiciones cambien y todos podamos volver las aulas, deseo compartido por docentes, padres y madres de familia, estudiantes, autoridades y personas que dependen económicamente de forma directa o indirecta de las escuelas, sin embargo, pese a que diferentes intereses hacían ver que ya estábamos por regresar en las primeras semanas de junio, algo ha empezado a ocurrir que muestra no una convicción plena de los docentes ante esta posibilidad.
Desde lo político y las autoridades, que difícilmente vemos en las aulas, se empezó a organizar el regreso, a través de documentos protocolarios e indicaciones a directivos, para contar con las medidas sanitarias necesarias para garantizar condiciones óptimas e implementaron sondeos en las escuelas, con estudiantes, docentes y padres y madres de familia y fue aquí donde se observó lo que no esperaban: el porcentaje de la comunidad que desea regresar en junio es una minoría.
De padres y madres de familia resulta obvio pensarlo, dado que sigue existiendo una preocupación por la situación de riesgo a la que pueden quedar expuestos sus hijos o hijas en caso de estar en contacto con otras personas. Pero de los y las docentes sorprendió la respuesta, dado que la mayoría respondió que preferían no volver sino hasta el inicio del siguiente ciclo.
Pese a algunas interpretaciones malintencionadas de algunas personas, las razones señaladas y expuestas por las y los docentes revelan una postura prudente en la que se consideran diferentes factores, obvios, que permiten establecer lo precipitado y poco analizado de la situación.
No obstante, es un hecho que palabras prudentes, análisis válidos y argumentos sólidos basados en la razón estarán de más cuando una autoridad decida imponer su voluntad independientemente de la petición de las mayorías. Nuevamente se pone de relieve que los intereses personales y políticos están por encima de la integridad y lo pedagógico. Esperemos que la prudencia y el uso de la razón lleguen a las autoridades y no lamentemos, en el mes de julio, una medida precipitada.
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