No hay enemigo pequeño

By on noviembre 8, 2021

Revista Educarnos

Por contradictorio que parezca, también los enemigos microscópicos pueden ser enormes en sus efectos. Ya lo hemos visto en esta pandemia y tenemos noticias de otras instancias de microorganismos que han acabado con pueblos o especies. La leyenda del pequeño David contra el coloso Goliat ha sido un ejemplo que nos ha seguido desde la infancia, en donde resulta la moraleja de cómo la sagacidad puede ser más eficaz en el combate que la estatura. Pulgarcito, al derrotar al enorme ogro que acaba con la vida de sus propias hijas en su afán de matar a los hermanos/aliados del pequeño héroe, reproduce el patrón del mito del coloso derrotado por el personaje aparentemente débil.
La lección de cómo la soberbia de quien se ufana de su fuerza puede ser derrotada aparece incluso en el duelo de magos entre Merlín y Madame Mim en una historia animada de infancia: el mago se convierte en virus y deja a Mim fuera de combate, con fiebre y en convalecencia. Lo que nos hace recordar lo insensato que resulta despreciar a quien se ve como inferior en el combate.
La categoría de “pequeño” se aplica también para calificar a quienes no han alcanzado determinada edad, determinada estatura o determinados niveles de madurez física o cognoscitiva o habilidad. Son “menores” aquellos que requieren de “mentores” para su desarrollo. En nuestra métrica del desarrollo y del aprendizaje, no siempre ponemos atención a áreas en donde los aprendices pueden tener una capacidad ya bastante desarrollada. Tan desarrolladas esas capacidades que podría decirse que son iniciados “de ligas mayores” aunque en otras áreas sean apenas unos pequeños novatos.
En estas épocas de rápido desarrollo de las tecnologías, hemos podido contemplar cómo las generaciones jóvenes han logrado adaptarse y manejar tecnologías que, en generaciones anteriores, eran tema de la literatura de ciencia ficción. Los estudiantes y los hijos se han convertido en expertos en el manejo de una serie de aparatos y estrategias de comunicación que en generaciones anteriores eran impensables. Ese acceso a tecnologías y a la interconexión entre computadoras ha dado acceso también a información que antes era desconocida en los ámbitos académicos convencionales y que, en muchos casos deriva en el aprendizaje de habilidades sociales y de reflexión antes vedadas a las generaciones jóvenes.
Aun cuando tememos a los enemigos de gran capacidad financiera, a los ejércitos numerosos y con grandes armamentos, a las mayorías que se nos imponen, los mitos de los pequeños que derrotan a los enormes se imponen también en el campo de la educación: no son necesariamente las instituciones dotadas de grandes presupuestos y de enormes infraestructuras las que logran formar a los mejores estudiantes y especialistas. Hemos visto cómo de algunas pequeñas instituciones surgen también brillantes estudiantes capaces de superar a quienes confían en los apoyos de sus instituciones famosas por su poderío.
Si la guerra de guerrillas, con sus pequeñas escaramuzas, puede poner en jaque a ejércitos dotados de equipos que se consideran invencibles, vale la pena recordar que el tamaño no importa tanto si se cultiva adecuadamente las capacidades y las habilidades de los estudiantes que muestran interés por aprender. Trabajar con un grupo de personas que apenas se inician en la disciplina deja la enorme satisfacción de ver cómo, quienes veíamos débiles frente a los iniciados en su campo de acción, son capaces de crecer y superar en eficiencia y eficacia a quienes se ufanaban de ser los grandes e inalcanzables expertos.

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