La hazaña de poner de pie a nuestro Estado

By on octubre 2, 2024

EKNOSPHERA

Por: Gildardo Cilia López

Ver a la maestra Ifigenia Martínez en el ejercicio republicano de la transmisión del poder ejecutivo federal fue un timbre de orgullo para los economistas formados en la Facultad de Economía de la UNAM. Son meritorios sus postgrados en Harvard, sin embargo, en la historia de nuestra alma mater destaca por haber sido maestra de diferentes generaciones de economistas. Con todo merecimiento fue directora de la Facultad de Economía durante el periodo 1966 a 1970, trascendiendo su gestión por su vocación democrática y por haberse opuesto a la intromisión del ejército al campus universitario.

Las aportaciones en el análisis económico en México de la maestra Ifigenia son diversas: destaca por ser quien colocó en la palestra los temas de la distribución del ingreso y del salario digno, vertebrales en el modelo económico denominado “humanismo mexicano”. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo al asumir la presidencia de la República refrendó su compromiso con este modelo, lo que significa mantener y ampliar el gasto social y seguir incidiendo en el mejoramiento de los salarios.

La maestra Ifigenia ha mantenido con el paso de los años su concepción sustantiva con respecto a los salarios. Cuando se le galardonó con el premio Belisario Domínguez en 2021, hizo el siguiente señalamiento:

“En la política social la prioridad…debe significar, además de los apoyos directos, el reforzamiento de las condiciones materiales de existencia…con medidas estructurales duraderas. Debemos promover el mejoramiento a la distribución del ingreso, entendiendo al salario como el elemento fundamental para el desarrollo económico”.

Esto significa que el salario, por sí mismo, debe ser suficiente para que la gente no sea pobre; y que la masa salarial tenga una participación preponderante en el ingreso nacional.  Con el crecimiento de los salarios se despresuriza el gasto social, quiérase o no los ingresos del sector público tienden a ser limitados; de ser creciente la necesidad de transferir recursos a la población pobre y vulnerable, tarde o temprano, se tendrá que implementar una reforma fiscal, esto si no se quiere recurrir a mayores niveles de endeudamiento.

El análisis efectuado en la década de los ochenta del siglo pasado llevó a la maestra Ifigenia a concluir que se estaba cometiendo una injusticia social, misma que se perpetuó por 32 años más durante el periodo neoliberal. La evidencia empírica que obtuvo indicaba que la productividad media de 1970 a 1986 había aumentado en 24.3%, en tanto que los salarios reales habían caído brutalmente. Así, concluye: “si es injusto que los salarios disminuyan cuando se mantiene la productividad, más injusto es su caída cuando esta aumenta”.

Una importante corriente de economistas sostiene que los salarios reales disminuyeron durante casi medio siglo debido a un continuo descenso en la tasa de productividad laboral. De existir esa relación directa entre la productividad marginal del trabajo y los salarios, se tendría que sostener que el país en 1970 era más productivo que en 2018, más si se toma en cuenta que el salario mínimo real disminuyó en 65% entre estos años. Esto resultaría poco explicable: durante este periodo de 48 años se suscitaron diversas innovaciones tecnológicas, lo que se tradujo en uno de los mayores impulsos productivos que ha existido en la historia económica de la humanidad. Desde luego, estas mejoras llegaron a México, aunque, tal vez, sin la profundidad deseada.

La disminución en el salario mínimo real en ese nivel fue un despropósito. Más que por factores productivos, la maestra Ifigenia en su ensayo “Algunos efectos de la crisis en la distribución del ingreso en México, publicado en 1989 por la UNAM”, sostuvo que ello se debió a un sindicalismo débil sometido a las decisiones del Gobierno Federal; agregaría que esto se derivó también por los “espejitos” que vendió el modelo neoliberal.

Resulta difícil concebir que la dirigencia obrera creyese que tener salarios dignos significaba que el país perdiera competitividad y que se destruyeran empleos. O que creyera que el neoliberalismo iba a traer consigo altas tasas de crecimiento y que los beneficios en forma natural se derramarían hacia la clase trabajadora y aun hacia otros estratos del sector informal.

Si tomamos en cuenta el inicio del gobierno del presidente de la Madrid, fueron 36 años en donde lo peor pasó: los salarios se pusieron por debajo de la línea mínima de bienestar; se efectuó una reforma en el sistema de pensiones que iba a llevar con el paso del tiempo a la miseria a millones de trabajadores en retiro; los servicios básicos se deterioraron hasta quedar en un estado lamentable; y se mantuvieron en un nivel raquítico los programas sociales. Todo ello se tradujo en una pobreza que alcanzó casi 60% de la Población Económicamente Activa.

La maestra Ifigenia no comulgó con el neoliberalismo, sin que sus apreciaciones como docente dejaran de ser honestas. Cuando se le preguntó sobre Carlos Salinas de Gortari – quien fue su alumno – dijo que era un buen estudiante y que era muy inquieto. Se menciona a Salinas porque creo que es la máxima figura de los gobiernos neoliberales, existiendo después de él sólo frivolidad política y hasta ignorancia supina.

El modelo neoliberal favoreció a las élites, por lo que se tiene que reconocer que las políticas del presidente López Obrador resarcieron en mucho las penas que tenían los pobres del país. Eso no es populismo, es poner en píe la naturaleza del Estado que ante todo debe procurar el bienestar de las mayorías; lo que implica en términos sociales favorecer el crecimiento de la tasa salarial. Esto se hizo durante este último sexenio: el salario mínimo creció 112% y el salario promedio 30%.

Es difícil estimar cual es la contribución que tiene el crecimiento de los salarios sobre la disminución de la pobreza, algunos analistas como Viri Ríos la estiman en 70%. Esto significa que la mejora salarial tuvo un mayor peso que los programas sociales en materia de abatimiento de pobreza. CONEVAL indica que del segundo trimestre de 2023 al segundo trimestre de 2024 salieron de la pobreza laboral 3.2 millones de personas, siendo un indicio del impacto positivo del aumento en los salarios.

Aun con una tasa baja del crecimiento real de la economía (0.8% anual de 2019 a 2024), se está ante el mejor enfoque que puede tener una política de Estado. Adam Smith, el padre de la ciencia económica señalaba: “ninguna sociedad puede florecer y ser feliz, si gran parte de sus miembros son pobres o miserables”. Estos seis años demostraron que se puede crecer poco y a la vez, disminuir significativamente la pobreza con una mayor retribución laboral. A veces pienso que algo está mal en la contabilidad nacional porque se ha roto todo lo que indicaba la curva de Phillips; esto es, con una tasa de crecimiento raquítica han aumentado considerablemente los salarios reales y se ha reducido la tasa de desempleo a un nivel mínimo histórico (2.7%, conforme al último dato). Sin dejar de señalar que el incremento salarial no tuvo un impacto negativo en la tasa general de precios. Hay que reflexionar detenidamente para encontrar alguna explicación.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha dado un paso adelante, al proponer elevar el salario mínimo a 2.5 veces la canasta básica y no básica al concluir su sexenio. Esto significa actualmente situar al salario mínimo en 11 mil 412 pesos al mes, lo que implica sin considerar la inflación una tasa de crecimiento promedio anual de 8.8% durante los próximos seis años. Relacionar al salario más con estas canastas es trascendente, entre otras razones, por las siguientes:

  • En esencia los salarios se expresan en la cantidad de satisfactores que se puedan comprar (precio natural del trabajo como lo definió David Ricardo).

  • Los salarios no son simplemente el resultado de “coeficientes técnicos de producción”; sino que están fuertemente influidos por normas sociales, que se traducen en un consenso entre el capital y el trabajo; de modo que subirlos significa que se atempere la sed de ganancia de los patrones o de los capitalistas.

  • La relación entre salarios y productividad es dinámica; lo que significa que mayores salarios inducen a una mayor productividad, no sólo porque se genera una mejor clima de trabajo, sino porque históricamente esto ha significado la necesidad de incorporar mejores tecnologías (desarrollo de las fuerzas productivas como lo establece Marx).

  • El salario mínimo debe superar el nivel de subsistencia y reproducción biológica. No es socialmente aceptable que los trabajadores vivan en una pobreza abyecta, como sucedió en los 36 años de la etapa neoliberal. Thorstein Veblen lo señala casi poéticamente: “el gran cuerpo del pueblo”, más allá de lo requerido por la comodidad física mantiene un deseo de vivir por arriba de la usual decencia convencional en la cantidad y el grado de bienes consumidos. El propósito de este gran cuerpo, es decir, de los trabajadores, es vivir también con un mayor “bienestar espiritual”.

  • Hacer crecer la masa salarial (salarios y empleos) significa disminuir la disparidad social en el ingreso entre las clases sociales como lo afirmaba Keynes.

  • Disfrutar de un decente y socialmente aceptable nivel de vida, como lo señalaba Piero Sraffa, le da viabilidad al sistema económico de un país.

Claudia Sheinbaum significa para millones de mexicanos ante todo la esperanza de seguir mejorando sus condiciones de existencia; en tanto que para una corriente de economistas progresista (como la maestra Ifigenia Martínez) significa terminar de edificar un modelo económico sustentado en la ética, es decir, en la igualdad, la justicia y la libertad, tal como lo proponían Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx, John Maynard Keynes, Thorstein Veblen y Piero Sraffa, así como lo que conciben otros economistas que continúan en las líneas del pensamiento clásico y keynesiano o que son afines a la teoría del bienestar.

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