Y sin enviar tareas…

By on julio 16, 2021
  • Es claro pues, la falta de un Plan Nacional que atienda las diversas problemáticas educativas que, con esta pandemia, se hicieron visibles…

Profelandia

Momentos álgidos se vivieron en los últimos días del ciclo escolar 2020-2021; por un lado, diversas expresiones se observaron en diferentes medios de comunicación derivado del mensaje que, la Secretaria de Educación, Delfina Gómez, dirigió al magisterio nacional en el video para la Octava Sesión del Consejo Técnico: “por instrucciones del Presidente de la República, se siguió cubriendo el salario y prestaciones del personal educativo durante la pandemia”, señaló la profesora Gómez sin que mediara la razón o el buen juicio, más que aquel que la llevo a estar en la silla en la que alguna vez se sentó Vasconcelos: el político. ¿Qué hubiera pasado si no se hubiese cubierto ese salario y esas prestaciones de los trabajadores de la educación?, ¿quién habría impartido clases a los millones de alumnos que cursaron sus estudios en alguno de los niveles educativos durante todo este ciclo?, ¿cuál habría sido la reacción del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)? Peor aún, ¿acaso no merecía ese magisterio un aplauso y reconocimiento por el trabajo realizado, por la adquisición de equipos tecnológicos con sus propios recursos o por la realización de un esfuerzo a veces sobrehumano para atender la excesiva carga administrativa impuesta por una Secretaría que no ha salido de la burbuja en la que se encuentra?

Y luego, la emisión del Acuerdo 16/06/21 por el que se regulan las acciones específicas y extraordinarias relativas a la conclusión del ciclo escolar 2020-2021 en beneficio de los educandos de preescolar, primaria y secundaria por el virus SARS-Cov2 (COVID-19) mediante el cual, se tendría que evaluar a los estudiantes de educación básica con los que se tuvo comunicación y participación sostenida, con los que dicha comunicación fue intermitente y con los que no existió ninguna. Las redes sociales, principalmente, se inundaron de algunas fotografías o imágenes cuyo contenido causó cierto escozor en propios y extraños: “pasé con 6 y sin enviar tareas”. Sin duda, ésta fue una muestra de irresponsabilidad y carente de sensibilidad para con aquellos estudiantes y padres de familia que, a diario, hicieron un enorme esfuerzo por llevar un dinero a su hogar que les permitiera pagar el internet, los datos a sus celulares o los materiales para que realizaran sus actividades académicas o escolares, pero también, para aquellos que, durante este confinamiento educativo, perdieron su empleo, sus familiares o bien, tuvieron que abandonar sus estudios para incorporarse a algún trabajo que les permitiera tener algo que comer en casa. ¿En dónde quedó el sentido formativo de la evaluación? Dicho con otras palabras: ¿acaso la Secretaría de Educación Pública (SEP) buscó la manera de no enfrentar un problema mayor con los padres de familia y, por ello, justificó su actuar a través de un Acuerdo que no atendió la enfermedad, pero sí alguno de sus síntomas?, ¿ello explica la desatinada reacción de estos paterfamilias?

Y si esto no fuera suficiente, la emisión de un calendario para el ciclo escolar 2021-2022 que privilegia lo administrativo y no lo educativo. De hecho, aún sigo preguntándome, ¿qué información o datos tiene la SEP para considerar la puesta en marcha de un periodo extraordinario de recuperación y, para lo cual, los profesores tendrían que implementar un plan de atención que, entre otras cosas, incluye la elaboración de un plan de intervención? Hasta el momento, se sabe que algunas entidades federativas como lo son Coahuila, Sinaloa, Chihuahua, Sonora, Tamaulipas, Querétaro, Aguascalientes y Yucatán han hecho los ajustes que consideraron pertinentes a ese calendario escolar. Razones habrán tenido para ello. Desde mi perspectiva, cantidad no es lo mismo que calidad, en consecuencia: ¿pensó la SEP que más días de actividades escolares generaría la tan anhelada calidad educativa en los aprendizajes?

Desde hace tiempo planteé separar lo administrativo de lo educativo, por ejemplo, el que los directivos de las diversas instituciones, de conformidad con un sistema de continuidad y permanencia establecido por la SEP, se abocara a recuperar aquellos “casos” denominados intermitentes e inexistentes, y se les dejara a los profesores el trabajo pedagógico y didáctico propio de los procesos formativos de los educandos cuya asistencia es o ha sido permanente. Sabemos pues que, como profesores, una vez que un estudiante se integra o reintegra a los salones de clase, se toman las medidas que se consideran más adecuadas para que, progresivamente, se “nivelen” de acuerdo al grado que están cursando. Tal vez alguien podría decirme, que esta medida es una acción sencilla y que se implementó durante este periodo, si esto fuera cierto, ¿qué resultados se obtuvieron?, es decir, ¿qué hicieron los directivos al respecto, cómo lo hicieron y cuál fue el resultado? Tengo claro que en muchos estados del país, maestras y maestros entregaron continuamente un “reporte de incidencias” con información sobre los alumnos que mantuvieron una comunicación sostenida, intermitente e inexistente para ser entregados a las Secretarías de Educación, ¿qué paso con esos informes y resultados y para qué fue empleados?

Negar la realidad se ha vuelto una costumbre en esta Secretaría, por ejemplo, hace unos días, la titular de la Dependencia, Delfina Gómez, en reunión de trabajo con cierto equipo directivo de la SEP, dio a conocer algunos datos por demás interesantes; se dijo que: concluyeron sus actividades escolares alrededor de 25 millones de alumnos y más de un millón de docentes de escuelas públicas y privadas en más de 230 mil planteles de educación básica del país; con relación a la mal llamada estrategia Aprende en Casa, dijo que se produjeron y trasmitieron por televisión más de 9 mil programas educativos y poco más de mil programas para radio de matemáticas, lengua materna, vida saludable y formación cívica y ética; además, señaló, que se diversificó la trasmisión con 295 programas de televisión en más de 30 lenguas indígenas en los que participaron docentes; aunado a ello, también informó que el sitio web de Aprende en Casa había recibido más 600 millones de visitas y que, con el apoyo del consejo nacional de fomento educativo se distribuyeron cerca de 700 mil cuadernillos de trabajo (Profelandia.com, 2021).

Datos alegres, supongo, para esta funcionaria, no obstante, nada se informó sobre el abandono escolar, los aprendizajes de los alumnos, las condiciones laborales, profesionales y de salud de los trabajadores de la educación, o de la situación económica y emocional de los padres de familia, entre otras cuestiones.

Es claro pues, la falta de un Plan Nacional que atienda las diversas problemáticas educativas que, con esta pandemia, se hicieron visibles, se incrementaron y se agudizaron. Se piensa que, desde la escuela todo habrá de solucionarse y, no es cierto. Regresar a clases presenciales sin tal Plan es por demás pretensioso y oportunista como también lo es: la falacia de que la crisis generada por el Covid-19 está superada cuando hoy día los contagios están al alza en México.

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