Educación para conciliar

By on abril 24, 2022

Miguel Bazdresch Parada*

Diferir de los puntos de vista expresados por una persona o sostenidos por un grupo en muchas ocasiones lleva a la violencia verbal y hasta puede llegar hasta la agresión física. Desde luego en muchos casos las diferencias se aceptan o por lo menos de toleran. Algunas diferencias exacerban a los protagonistas de las diferentes posturas y se suscitan, más allá de diferencias, asignaciones de valor y aun de convicciones las cuales llevan a descalificaciones y hasta agresiones violentas. Se muestra así, la carencia de educación para vivir con las diferencias y en el extremo la carencia de voluntad en vivir juntos.
Estas situaciones provocadas por las diferencias y su no aceptación se vuelven frecuentes en momentos importantes tales como aquellos en los cuales urge una decisión sea por una postura, sea por otra. En estos casos se muestra la ausencia de educación de los interlocutores o, al menos, de alguno de ellos. La educación abre horizontes y posibilidades, no las cierra. Ni siquiera cuando se procura el aprendizaje de las actitudes y acciones que se pueden llamar “verdades” que no necesitan demostración, sobre las cuales no cabe discusión. Por ejemplo, nuestro país se llama México, así lo llamamos y así lo informamos a otros. Tal, a pesar de que el nombre oficial es “Estados Unidos Mexicanos” y algunos puedan no transigir en enunciarlo de manera legalista.
En los últimos días se ha presentado una diferencia política acerca de la reforma de la ley que regula al sector eléctrico del país. El gobierno dice proponer una reforma que “devuelve” a país, a los mexicanos, el control de la producción de energía, y se enfrenta a una crítica muy fuerte, pues tal devolución es tan arbitraria que desconoce las obligaciones legales de la Comisión Federal de Electricidad, lo cual llevaría a un costoso, largo y quizá inútil proceso legal entre los afectados y el gobierno. El gobierno llama traidores a quienes no aceptan tal reforma puesto que están de lado de los extranjeros cuyo único interés es lucrar con la energía. Desde luego, esta diferencia contiene muchos aspectos y supone muchos puntos de vista incluidos y la simplificación del desacuerdo sólo abona a una postura de “buenos, a mi favor, malos en mi contra”, postura típica de quien no quiere recurrir a lo que, quizá, les aportó la educación en el terreno del trato con los otros.
La ruta seguida por este diferendo evidencia una carencia de educación política, si alguna se recibió por los ahora contendientes en el curso de su paso por las instituciones educativas. Se trata del olvido, quizá nunca aprendido, de que la política es una forma de conseguir la conciliación de interés, puntos de vista y propuestas encontradas. La política es la ciencia de la conciliación, incluso para obtener ganancias del arreglo de diferencias. Y estos políticos hoy han convertido a la política en la ciencia del resentimiento: “Si no estás conmigo estas contra mí”. O la educación de los ahora enfrentados no fue suficiente para la conciliación, o los actores aprendieron a no transigir con sus puntos de vista, a pesar de la evidencia de su parcialidad.
La educación nacional tiene en aprender a reconciliarnos un enorme pendiente.

*Doctor en Filosofía de la educación. Profesor emérito del Instituto Superior de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). mbazdres@iteso.mx

Revista Educarnos

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