Expresa suspicacia ante quienes se oponen al regreso a clases

By on agosto 1, 2021

Saúl Renán León Hernández

Los argumentos contra el regreso a clases presenciales son insostenibles. Es contradictorio que madres y padres manifiesten, por un lado, un gran temor al contagio por el SARS-CoV-2 en las escuelas, mientras, por otro, diariamente y a todas horas, en el hacinado transporte público, vemos niños y niñas acompañados principalmente por sus madres.

La OMS y la Unicef no han cesado de repetir que el riesgo de contagio en las escuelas es muy bajo y más ahora que la cobertura de vacunación ronda en 50 por ciento. En cambio, los negativos efectos físicos, emocionales, cognitivos e intelectuales que están sufriendo por el confinamiento son incalculables. En cualquier modalidad (sincrónica o asincrónica) a mis nietos y nietas la educación a distancia les aburre, les cansa y les resulta incomprensible.

El problema es que el conocimiento indirecto, facilitado por la revolución digital, no se suma al que nace de la experiencia corporal, sino que lo remplaza y lo cancela (Raúl Zibechi, La Jornada 12/3/21), lo cual confirma Desmurget en La fábrica de cretinos digitales, libro reseñado con tino por Andrea Bárcena en este diario. Mucho me temo que detrás de los opositores al regreso a clases presenciales, sean o no conscientes de ello, están los enormes intereses de las empresas que producen y comercializan las tecnologías de la información cuyas ganancias se han elevado escandalosamente con la pandemia.

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