La tecnología y la inmadurez cerebral

By on marzo 16, 2022

Marco Antonio González Villa*

Por años se pensó que el uso de la tecnología era, o sería, la única vía para el aprendizaje en el siglo XXI y previo a la pandemia, se convirtió en la bandera, en el ideal y en la propuesta de diferentes profesionales que la veían como el futuro al alcance de nuestras manos. Pero no es así.
Como se ha comentado en diferentes espacios, la tecnología será siempre un apoyo, un recurso, un apoyo, pero no puede ser considerada como la única opción, el camino o como sinónimo y signo de aprendizaje; y entendemos por tecnología no solamente a los dispositivos electrónicos y de comunicación con los que contamos en la actualidad, sino a toda creación humana que ayuda a la transmisión de un conocimiento, hablando específicamente en el campo educativo.
Ya lo decían algunos desde antes, pero la pandemia solamente ratificó que para poder darle un verdadero uso pedagógico y obtener un real beneficio académico de las computadoras, tabletas, celulares, laptops, entre otros, se requiere de tener un adecuado nivel de autorregulación, aunado a una madurez cognitiva y emocional que no todos tienen; y es aquí donde vemos una limitación en su uso.
En el caso de los niños y niñas menores de 10 años, movimiento significa desarrollo y maduración cerebral, por lo que un cuerpo activo tendrá grandes posibilidades de ir adquiriendo diferentes nociones y contenidos útiles para la vida cotidiana y, obviamente, académica: jugar con una pelota o salir con compañeros y compañeras a jugar atrapadas o al clásico “las traes” podría, en ciertas etapas y contextos, proporcionar un impacto mayor al aprendizaje que el uso de un dispositivo tecnológico, dado que seguir y atrapar una pelota, o evitar ser tocada por una, así como escabullirse de aquel o aquella que nos quiere tocar o atrapar, obliga a trazar planes, tomar decisiones, segmentar conductas, desarrollar la coordinación ojo-mano, hacer ejercicio, convivir con otras personas cara a cara, actividades y habilidades todas ellas que favorecen el desarrollo de funciones cognitivas y la formación de diferentes sinapsis, algo que no necesariamente un niño que solamente emplea un dedo y la mirada fija para cambiar de pantalla. De igual manera, darle un dispositivo a un adolescente sin madurez cognitiva y emocional, resultará, así lo demuestran los hechos, en un empleo inadecuado o desaprovechado del recurso tecnológico y poco desarrollo cognitivo.
Para una cantidad significativa de docentes ha sido evidente la inmadurez y rezago que acusan estudiantes que vienen de casi dos años de estar en línea, en donde el crecimiento físico es evidente, así como también es evidente el desfase cognitivo en el desarrollo, algo que, me puedo atrever a decir, acusan también muchos adultos que viven pegados a sus dispositivos.
Nos queda claro que es necesario trabajar, primero o al menos a la par, la madurez cerebral a través del desarrollo físico y cognitivo en cada estudiante, desde preescolar hasta media superior, si se piensa utilizar recursos tecnológicos en el aula. Parece simple y obvio, pero ¿por qué pocas escuelas lo aplican? No lo sé, ahí dejo la reflexión.

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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