Noche de graduación, golpes y mentadas

By on junio 27, 2017

Por: Jorge Valencia*

*Director académico del Colegio SuBiré.

jvalenci@subire.mx

Sólo en un país adicto a los “reality shows” puede adquirir el interés de editorial una riña campal entre dos preparatorias de niños fresas.
Los descabezados han perdido su mayor cualidad noticiosa: el morbo. Ya no conmueve un cuerpo sin cabeza. Su imagen patética ya no es capaz del asombro ni el miedo. Nos hemos acostumbrado a la crueldad, como la Roma de los gladiadores. Otro crucificado cobra la categoría de lo cotidiano. En el país de los caníbales, merendar a un cristiano es un hecho corriente.
En cambio, dos mujeres que luchan en lodo o un grupo de niños con “smoking” que se rompen la cara nos despierta la curiosidad. Nos parece chistoso. Sufragan un video de 150 mil pesos sólo para burlarse de sus rivales la noche de su graduación. Sus opositores adquieren un boleto de mil para que les partan el alma. O para partirla.
Los curas de la escuela dijeron que ellos habían autorizado otra cosa. Queda claro que ni los curas ni nadie puede fomentar virtudes a una sociedad donde el 40% de los pobladores se muere de hambre y los “juniors” contratan escoltas para que noqueen a cachazos a otros “juniors”.
No se levantarán cargos, declaró el abogado. Los papás de los niños acordaron reprenderlos en privado. Esa reprensión tal vez consista en cancelarles la American Express o regresar a la agencia el BMW. Cuando mucho, pagar la reconstrucción de la nariz, desviada a patadas por un guarura.
Todos los noticieros presentaron el melodrama en horario estelar. Resultó tanto o más importante que la relación diplomática con Trump o la sequía habida en territorio nacional.
El video de los preparatorianos chilangos es emblemático de cuantos han sido realizados en los últimos años bajo el mismo propósito: demostrar el derroche de los jóvenes favorecidos por las cuentas bancarias de sus padres. Las escenas más recurrentes son las de adolescentes que se exhiben en las principales calles de las ciudades (México, Guadalajara, Monterrey…) a bordo de limusinas, haciendo estupideces: pasándose altos, bebiendo en abundancia o acariciando a un jaguar cautivo.
Todas estas dramatizaciones banales escandalizan no tanto por los excesos como por el cinismo de una opulencia inmerecida. Ni siquiera tienen buenas calificaciones. Todos ellos, alumnos de las preparatorias más costosas y atendidos por maestros representantes de distintas órdenes monásticas. De manera que se trata de una vitrina donde desfila la podredumbre de un país sin rumbo ni principios. En algunos casos, contratan actores famosos.
Es verdad que por definición la juventud vulnera los atavismos. Lo hicieron los “beatniks”, los rocanroleros, los comunistas, los “hippies”, los existencialistas en sus tiempos. Cada quién con un reclamo de identidad y conciencia. A diferencia de todos ellos, éstos sólo demuestran los signos de una barbarie sin expectativas. Vivirán con sus padres hasta los 35 años. Serán presidentes de empresas importantes, abogados y políticos que darán discursos acerca de la justicia. Tal vez alguno se convierta en supernumerario.
Lo más decepcionante está en que la nota es su mejor propaganda. Son los héroes de la desesperanza. De la osadía por lo inútil. Avándaro sin rock ni consignas, sin psicotrópicos ni amenazas nucleares. Son simples “hooligans” sin estadio ni equipo favorito. Golpear por golpear. Romper a patadas el propio espejo. Esa fue su noche de graduación.
Estamos tan acostumbrados a los finales felices…

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