En entrevista con El Sol de Puebla, la poblana da a conocer que la supuesta vendedora la convenció de que la oferta era inigualable. Como su sueño era pasar las fiestas navideñas en esta casa, le creyó y depositó 4 mil pesos, que era el 50 por ciento del alquiler total, es decir, 8 mil pesos.
Luego de realizar la transacción, la persona que ofertó la casa envió, a través de Facebook, un documento que le presentó como un contrato, el cual después descubrió que era apócrifo. Acompañado del archivo, recibió una copia de la identificación oficial de la vendedora. Inclusive a ella le pidieron datos sensibles, como su INE, donde aparece su nombre completo y dirección, donde habita junto a su familia.
Conforme se acercaba la fecha para ocupar el inmueble, Alondra buscó reiteradamente a su presunta agente inmobiliaria, pero esta no contestaba sus llamadas ni sus mensajes.
«Me dijeron que había otras personas interesadas y que necesitaba depositar el 50 por ciento del costo total para asegurar la reserva, ya que tenían varias personas esperando. Deposité casi 4 mil pesos, y debía hacer el depósito completo ocho días antes [de ocupar la casa]».
Solicité un contrato, como suelo hacer al alquilar lugares, y me pidieron mi identificación oficial, la cual les envié. Me enviaron un contrato con los términos para poder rentar la casa, así como la copia de la INE de la persona y el número de cuenta para hacer el depósito. Realicé el depósito con dos meses de anticipación. A medida que se acercaba la fecha, intenté contactarlos a través de Messenger y WhatsApp, pero no recibí respuesta», comenta.
Después de varios intentos fallidos de comunicación con ella, revisó nuevamente la página de Facebook donde encontró la misma casa en renta. Para su sorpresa, la mujer que le ofreció la vivienda apareció nuevamente en la red social, pero su nombre y fotografía ahora estaban acompañados de la palabra “fraude”.
Tras revisar a fondo la publicación donde se señalaba a la persona de haber robado múltiples cantidades de dinero a otros usuarios, Alondra se puso en contacto con algunas de las supuestas víctimas de fraude.
Así, descubrió que la mujer empleó la misma técnica con más gente de Puebla. Ofrecía ese inmueble con fotografías y videos, y a los interesados les mandaba una dirección física, la cual coincidía con las características de la vivienda. Sin embargo, a la hora de acudir al domicilio, las víctimas descubrieron que la casa estaba habitada y no se rentaba, al menos no por la mujer que se presentaba como una confiable agente inmobiliaria de Atlixco.
“Después de perder el contacto y ver las publicaciones eliminadas, sentí que mi seguridad estaba comprometida. El dinero se considera perdido ya que no hay una autoridad o plataforma que pueda respaldar una denuncia. Me comuniqué con otras personas estafadas y descubrí que el fraude es un problema común. Aunque no tengo pruebas de amenazas, me preocupa que la información personal compartida pueda ser utilizada en mi contra”, comparte.
Su primer instinto fue alarmarse por la información sensible que había compartido con esta persona a través de redes sociales. Por ello, acudió a la Fiscalía General del Estado (FGE) para interponer una denuncia, sobre todo por temor a que algo le sucediera a su familia. Sin embargo, y aunque insistió en ello, le negaron tomar su declaración bajo el argumento de que no se cometió ningún ilícito, al menos no uno tipificado formalmente, por lo que no se podía fundar una querella.
Al respecto, este diario preguntó al fiscal Gilberto Higuera Bernal sobre la estadística que lleva respecto a las inmobiliarias fantasma en la entidad, sin embargo, afirmó que ninguna víctima ha mostrado interés en denunciar estos actos, por lo que no se cuenta con registros en toda la dependencia.
Pizar Rojas destaca que la virtualidad a través de redes sociales ha facilitado la conexión entre compradores y vendedores, pero indica que ello ha propiciado la comisión de fraudes, esto gracias a la falta de regulación y verificación en dichas plataformas.
Desde su punto de vista, identificar una inmobiliaria fantasma conlleva varias acciones, que van desde la verificación de información hasta la identidad de las personas. Sin embargo, destaca que la presencialidad es ineludible en estos casos, pues no se puede acceder a realizar alguna transacción si no se ha revisado, en primera instancia, que el inmueble existe y está en renta o venta.
Defiende, además, que la mejor forma de buscar alquileres es mediante plataformas especializadas en el rubro y no por redes sociales, que la mayoría de las veces está repleta de gente no preparada para vender o rentar propiedades.
Señala que la gente más joven debe hacer uso de estas herramientas, pero señala que los inmobiliarios también tienen el reto de entender mejor el ecosistema virtual al que se acostumbran las nuevas generaciones, y que utilizan como su principal fuente de información.
“Cuando no tienen oficinas o no los puedes ubicar, es una alerta (…) de repente hay gente que no es localizable, o sea que tienes solamente un WhatsApp con el que estás hablando con esa persona y cuando les dices, ‘Oye, te paso a ver a tu oficina’, es decir, dónde te puedo encontrar, pero son difícilmente localizables, es cuando debes tener alertas”, añade.
Joven estafada
Los prolongados trayectos que Abigail Corona, estudiante de Sociología, realizaba desde su casa, en las periferias de la ciudad, hasta Ciudad Universitaria de la BUAP, la obligaron a buscar el apoyo de su familia para rentar una vivienda cerca de la institución.
Una mujer, a quien sólo contactó por mensajes y llamadas, la hizo interesarse en un departamento que tenía todo lo que necesitaba. Para afianzar la transacción, le pidió 500 pesos, los cuales entregó. Esta cifra representaba 17 por ciento del total de la renta ofertada, que era de 3 mil pesos.
Cuando la joven exigió más información, la supuesta agente inmobiliaria desapareció. Luego descubrió en otros grupos que la misma mujer defraudó por miles de pesos a otros estudiantes. Asegura que, luego de entablar comunicación con otras víctimas, descubrió que al menos una decena de personas habían depositado dinero a la misma cuenta.
Corona reconoce que la mujer que le ofertó el departamento se esforzó por establecer un vínculo de confianza, el cual obtuvo casi de forma inmediata. De esta manera fue que confió en la persona para realizar un depósito.
A partir de esta experiencia, la joven universitaria emprendió junto con una amiga un proyecto social que consiste en identificar casos de robo y suplantación y evidenciarlos al público en general.
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