Vender camote en las calles

By on noviembre 4, 2021

Revista Educarnos

Después de tres días de suspensión de actividades escolares de aula, con percepción social de “puente largo”, con todo y arritmia de procesos de aprendizaje se retorna a clases.
Emergen ocasionalmente casos de Covid en docentes, casos de Covid en hermanos o padres de algún educando. A ese paso la nivelación y recuperación de saberes esenciales y la regulación de emociones será más difícil.
Los docentes dialogantes en colectivo, hacedores de soluciones en pantalla y por escrito retornan a la dinámica del grupo escolar con la diversidad de perfiles cognitivos y emocionales que concurren en los aprendientes, en la diversidad de rostros y actitudes ocultos en las mascarillas.
En esa rara manera de hacer gestión y hacer del decir información para todos; las guías, impresas, con los precarios recursos económicos de los participantes, lucen ahora silentes en los portafolios y escritorios, mientras el laberinto semántico acosa hasta los más avezados en nivel de comprensión lectora mientras la articulación conceptual y metodológica, la desarmonía textual se ensaña con quiénes mejor saben hacer práctica educativa.
Las guías sin destinatario claro. Pedro Páramo y la media luna, Macario y su diálogo con la muerte para salvar al menos medio pollo. Las guías verticales en soliloquio, sin diálogo de dos sentidos, sin feedback porque no mejoran. ¿A quien pretenden formar? ¿Los nuevos docentes? ¿La educación inicial? ¿Los docentes vistos como aquellos que lo ignoran todo? ¿La transformación de prácticas sugerida desde los escritorios y la nueva burocracia dada a luz en la última reunión nacional? ¿El consejo técnico obeso y masificado ahora con padres de familia, intendencia y personal administrativo? ¿Las fichas en dosis universales para todo el trayecto formativo de la educación básica? ¿La práctica educativa y de gestión de quién: maestros, directivos, supervisores, ATPs?
Las guías leídas después de la jornada de Consejo dicen menos de lo que pretenden una vez que se hacen objeto de reflexión y debate. Ayunas de contexto, sin previo altar, sin flores de cempasúchil, una vez más pasan a formar parte del cementerio de la letra muerta.
Ser profesor no es una práctica daltónica de fichas y ficheros obsesivos del color y del logo de campaña.
Ser profesor de la escuela pública es ethos longitudinal que implica el contacto con múltiples rostros de la realidad social en cada una de las biografías de los educandos.
Ser profesor además, es también lidiar ahora con miradas ingenuas e iniciativas desde la comodidad del Webinar donde –dichoso el allá– si existe conectividad.
Hacer evaluación de eternas flagelaciones a los más excluidos y simular diagnósticos cientificistas es topar con pared.
Obsesivos por los resultados y muchas veces con los lentes equivocados, se hace gestión del sector educativo generando propuestas inoperantes y acentuando inequidades de aprendizaje.
Tomar por asalto el tiempo real de las jornadas del Consejo Técnico Escolar e imponer una agenda de actividades pseudo formativas y atiborrar de “acuerdos y compromisos” implícitos es ya práctica común desde hace algunas sesiones intensivas y ordinarias.
Autoritarismo con guante blanco de academicismo, la capacitación y actualización ausentes.
Diseñando al vapor guías sin comunicabilidad con los actores no se abona a la profesionalización de docentes y directivos; no por ello se transforma la práctica en la perspectiva de calidad requerida.
El sueño, la escuela feliz, confusión preocupante entre pobreza literaria y pseudociencia, sin cimientos firmes, retóricos y externos, es una burda manera de invisibilizar las radiografías de las familias y los sujetos aprendientes.
El cierre del momento de construcción del PEMC, producto de un CTE enriquecido por el ejercicio de diagnóstico tuvo oportunidad en algunos colectivos dónde excepcionalmente fue posible el acercamiento a realidades.
En uno de los momentos de un Consejo observado donde hay participación activa de personal de educación especial, se compartió el diagnóstico de uno de los niños que poco asiste de manera presencial a la escuela, entre otros factores por la resistencia, en el fondo por insolvencia de la madre.
Un poco el descriptivo del típico “Niño Jet” porque solo ha asistido seis días en lo que va del ciclo escolar.
Su edad mental dista de su edad cronológica según acucioso test aplicado y por supuesto, que las barreras del aprendizaje son las menores de la problemática de este pequeño.
Por razones de reserva de información es innecesario el nombre, pues el caso se refiere sólo con fines descriptivos para ilustrar los grandes desafíos sociales que concurren en las aulas públicas.
La miopía en todos los niveles de gestión del sistema educativo es insostenible y la alternancia política y los ejercicios democráticos de la sociedad mexicana y jalisciense están obligados a dar mejores resultados a favor de quienes menos aprenden por razones de privación económica y cultural.
Basta ya de inacabables ambiciones electoreras personales y de partido, el país, la entidad federativa se deshacen.
Este educando de la escuela secundaria con necesidades educativas especiales diagnosticadas, pero con más necesidades económicas y sociales especiales, se gana la vida vendiendo camote en las calles al lado de su madre.
Ellos, colaborativos y en equipo, sin debates de tiempo caro en oficinas centrales y congresos, empujan un viejo carro de hierros oxidados y de llantas de bicicleta de reuso.
Para él y su madre analfabeta es muy lejano el mundo de lo digital en la que deviene la pseudo pedagogía de la comunicación digital de licitación empresarial de optimismo burocrático, bajo el manto gris de la pandemia.
Para este educando es indiferente la obsesión institucional o simulada de mejora allende los muros de su escuela poco visitada.
Sus profes, hacedores de sueños del galimatías recreo, solo son parte del entramado de sobrevivencia de una escuela para él simbólica, y las lecciones de aritmética esencial las obtiene a golpe de polvo y sol, a golpe de voceos invitadores que se pierden sin encontrar oídos.
Vender camote enmielado es una particular forma de sobrevivir de esta humilde familia de madre e hijo.
Educar este perfil de educando en las condiciones de emergencia social y sanitaria es el desafío más allá de la tierra prometida del discurso de conferencias anunciadas por la Secretaria de Educación Pública o del parloteo sparring culposo sobre la educación pública, que se hace desde eventos como Recrea Academy.
Vender discursos enmielados de cambio e innovación en el territorio ciudadano dónde nada cambia.
Vender camote en las calles, la imagen de espejo de un adolescente que cruza las calles mientras prendemos velas a los mensajes y mensajeros que en el inframundo de la retórica deforma proyectos de rostro infantil incomprendido y cancela proyectos de desarrollo humano.

You must be logged in to post a comment Login