Ante la precaria inclusión digital, ¿aprender en casa?

By on septiembre 13, 2020

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Trasladar la escuela al hogar no se logra exclusivamente con la habilitación de una plataforma o con la transmisión de contenidos educativos a través de la televisión. Además de los retos pedagógicos fundamentales, un aspecto básico es identificar la disponibilidad, interacción y complementariedad entre tecnologías y servicios disponibles en los hogares. Un diagnóstico de esta naturaleza permite identificar el alcance máximo de Aprende en Casa II. En el contexto de la pandemia, el derecho de acceso a las tecnologías de la información y comunicación (TIC) y a los servicios de telecomunicaciones y radiodifusión —incorporado a la Constitución en su Artículo Sexto desde 2018— habilita, más que nunca, el ejercicio de otros derechos fundamentales, como la educación, la justicia y la salud. Por ello, carecer de las herramientas tecnológicas indispensables para aprender a distancia vulnera el derecho a la educación de grupos socioeconómicos desfavorecidos.

Una de las principales dificultades de la primera versión de Aprende en Casa fue la baja penetración y calidad de internet; como se anticipó en trabajos previos, persisten amplias brechas de inclusión digital en el país. De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH 2018), un 60.9 % de la población en edad escolar (entre 6 y 22 años) que reportó asistir a la escuela cuenta con conexión a internet. Sólo uno de cada tres hogares cuenta con una conexión de alta velocidad a través de una red fija. Por ello, Aprende en Casa I se complementó con la transmisión de contenidos educativos a través de canales de televisión del SPR (Canal Once, Canal 22 y Canal 14). Sin embargo, a pesar de la alta disponibilidad en los hogares de equipos (televisor digital y/o analógico), y complementos (decodificador o televisión restringida), dichas señales tienen una cobertura limitada: sólo llegan a 20 entidades federativas y a una población estimada de 49.7 %.

La apuesta por la televisión y el fracaso digital

Aunque suponga una cobertura mayor, apostar por la televisión como eje central en la política educativa durante la pandemia es también insuficiente para sortear las profundas disparidades sociales heredadas del pasado. Dicha cobertura está limitada a la cantidad y calidad de herramientas y servicios a los que se tiene acceso. Amplios sectores del país están excluidos de la era digital. Para aminorar el impacto de estas carencias tecnológicas, la respuesta del gobierno federal fue ajustar la estrategia para transmitir a través de canales de televisión con mayor cobertura que las televisoras públicas. Ahora,  aprovechando el multiplexado digital que permite transmitir más canales a través de la misma frecuencia, y en alianza con los cuatro concesionarios de radiodifusión y televisión más importantes del país (grupos Televisa, TV Azteca, Imagen y Multimedios), la apuesta del gobierno se centra en la emisión de contenidos educativos a través de las señales de mayor presencia.

Deben recordarse las limitaciones de la propia televisión: en caso de tratarse de un televisor analógico, el hogar requiere un decodificador de señal digital o una suscripción de televisión restringida. En caso de tratarse de un televisor digital, el hogar requiere instalar una antena o bien, según las condiciones técnicas de los equipos o de la cobertura geográfica, contar con un decodificador o televisión de paga. Si bien la cobertura de este medio es alta, no es universal. En México, 31.7 millones de hogares cuentan con televisor digital o analógico y sus complementos para la recepción de señales abiertas radiodifundidas (decodificador o televisión de paga), lo que equivale al 88.8% de los hogares. Debe advertirse que ni siquiera la alta penetración de la televisión y la disponibilidad de equipos de cómputo, tabletas e internet podrían complementarse para que Aprende en Casa II alcanzara una cobertura de 100 %.

Para entender con mayor precisión cómo están equipados los hogares con integrantes que asisten a la escuela, se analizaron los datos de la ENDUTIH 2018; se utilizó el cuestionario de hogares y residentes para asociar su edad y condición de asistencia escolar con el equipamiento tecnológico del hogar. No se usaron los datos de la encuesta de 2019 porque sus datos son menos robustos y no tienen representatividad estatal. El aspecto de la cobertura es crucial. En el presente análisis, se entiende como la complementariedad de herramientas y servicios suficiente para cubrir las necesidades educativas de todos los integrantes del hogar entre los 6 y 17 años que asisten a la escuela.

Estrategias convencionales ante brechas estructurales

El titular de la SEP afirmó que “quienes no tengan acceso a la señal televisiva, tendrán un esquema de radio, libros de texto gratuitos, cuadernillos de trabajo y atención especial”. Es necesario determinar el potencial de Aprende en Casa II y señalar que la población que no tiene “acceso a la señal televisiva”, o en línea, no es una categoría menor. Aprende en Casa no sólo implica de manera precisa convertir el hogar en un aula; si se considera la cantidad de integrantes que asisten a la escuela también implica convertirlo en escuela multigrado. La ENDUTIH permite capturar hasta cinco dispositivos por hogar: una computadora de escritorio, una computadora portátil, una tableta, un televisor analógico y un televisor digital. Asimismo, identifica si el hogar tiene acceso a internet y a los servicios de radiodifusión a través de una antena de TV digital, decodificador de señal digital, o servicio de televisión restringida. La ENDUTIH estima que, de 34.7 millones de hogares en el país, 15.2 millones (43.7 %) tienen al menos un integrante en edad escolar (entre 6 y 17 años). De esos hogares, 8.2 millones (54.1 %) tienen un integrante, 5 millones (33 %) dos integrantes, y 2 millones (12.9 %) tres o más.

Al analizar el equipamiento tecnológico a partir del cuestionario de hogares, se identifica que 896 000 hogares (5.9 %) con población en edad y asistencia escolar carecen de computadora (escritorio o portátil), internet e incluso de televisor. Además, 3.8 millones de hogares (24.7 %) no cuentan con el número suficiente de dispositivos

De esta forma, cerca de 4.7 millones de hogares (30.7 %) no cuentan con las herramientas y servicios tecnológicos suficientes para la continuidad educativa a distancia, lo que impactaría potencialmente a 6.6 millones de estudiantes —27.8 % de la matrícula de primaria, secundaria y media superior. Estas familias carecen por completo de acceso a la tecnología o lo tienen limitado dada la insuficiente disponibilidad de herramientas por el número de sus integrantes que asisten a la escuela.

Por otro lado, se identificaron 4.6 millones de “telehogares”; es decir, hogares que únicamente cuentan con televisores y sus complementos (decodificador o televisión de paga) para atender una estrategia de educación a distancia. Dentro de ellos, se observa un subgrupo de 555 000 totalmente dependientes de la televisión restringida por contar sólo con un televisor analógico. Otro subgrupo de 1.6 millones de hogares es parcialmente dependiente de la televisión de paga, por lo que depende de la retransmisión de los contenidos educativos a través de los sistemas restringidos —de lo contrario podrían engrosar el grupo de hogares con tecnología insuficiente—.

El último grupo identificado es el de los hogares con tecnología suficiente, que asciende a 5.9 millones de hogares (38.8 %), en los que el equipamiento del hogar garantizaría el acceso a los contenidos educativos. Este grupo se encuentra en clara ventaja frente al resto de las familias. Su entorno tecnológico es más robusto y sus integrantes tendrán los instrumentos suficientes para complementar las lecciones por televisión con otros recursos en línea, o mediante el contacto con sus docentes a través de las TIC.

Más allá de los números nacionales, un acercamiento a la dimensión estatal retrata un panorama lastimoso de desigualdades. Por ejemplo, cerca de la mitad de los hogares en Chiapas se encuentra en los grupos vulnerables de acceso a la tecnología y servicios digitales; en la  Ciudad de México dicha proporción es de 17.8 %. De esta forma, 11 entidades (Chiapas, Guanajuato, Guerrero, Hidalgo, Michoacán, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Tabasco, Tlaxcala y Veracruz) se encuentran más rezagadas respecto al promedio nacional.

Gráfica 1. Distribución estatal según equipamiento del hogar (miles de hogares, porcentaje)

Gráfica 1. Distribución estatal según equipamiento del hogar (miles de hogares, porcentaje)

De los 9.3 millones de hogares que presentan carencias tecnológicas (sin tecnología o recursos insuficientes), 6.8 millones (72.8 %) no cuentan con internet y 7.5 millones (81 %) no disponen de computadora o tableta. Estas carencias tecnológicas retratan su precariedad económica: 72.7 % no tiene los recursos para acceder a internet, mientras que 77.8 % no los tiene para una computadora. Es importante destacar que, de los hogares sin computadora o tableta, sólo 354 000 hogares de 7.5 millones (4.7 %) sustituyen estos equipos por un celular como mecanismo para conectarse a internet.

Existe un amplio debate sobre  si los contenidos educativos adaptados a dispositivos móviles reducirían las barreras tecnológicas para la educación. Sin embargo, los datos sugieren que esta discusión está reservada para los hogares más favorecidos, y no para aquellos donde las carencias tecnológicas son aún sustantivas. Por ende, pese al entusiasmo de adaptar contenidos educativos a las plataformas de celulares, aún hay un número importante de usuarios que no tiene acceso a dispositivos inteligentes que pudieran servirles para beneficiarse de estas adaptaciones de contenidos. Como se observa en la siguiente gráfica, hay una estrecha relación entre contexto socioeconómico y tecnológico: de ocho alumnos sin equipamiento, siete provienen del estrato bajo o medio bajo mientras sólo uno proviene de familias de estrato medio alto y alto.

Educación televisada 24/7

Las condiciones estructurales de inequidad en el acceso a las TIC determinarán la implementación de la estrategia Aprende en Casa II. Los ajustes planteados son insuficientes si se toman en cuenta los siguientes datos:

a) 1.5 millones de estudiantes sin acceso a algún tipo de tecnología en el hogar; de estos alumnos, 94.3 % (1.4 millones) habita en hogares de estrato bajo y medio bajo.

b) 8.8 millones de alumnos afectados directamente porque sus hogares carecen de tecnología suficiente para la educación a distancia. Dado el número de estudiantes que integran dichas familias, la disponibilidad sólo garantiza a 3.6 millones los dispositivos suficientes; 5.2 millones quedarían vulnerables. Esta situación plantea la necesidad dentro del hogar de compartir las herramientas tecnológicas. 86.4 % (7.6 millones) de esta matrícula reside en hogares de estrato bajo y medio bajo.

c) 5.2 millones de alumnos tienen a la televisión como único medio para la educación en el hogar. 83.7 % (4.4 millones) de estos alumnos habita en hogares de estrato bajo y medio bajo.

d) 8.6 millones de estudiantes cuentan con las herramientas y servicios tecnológicos suficientes para hacer frente a la educación a distancia. De este grupo, 53.4 % (4.6 millones) es de estrato bajo y medio bajo.

Este acercamiento a las carencias tecnológicas de los hogares, incluyendo la televisión, debe generar cautela sobre el alcance de la estrategia Aprende en Casa II: 27.8 % de la matrícula de estudiantes de educación básica y media superior tiene limitantes importantes en el acceso a la tecnología educativa.  Sólo uno de cada tres estudiantes reside en un hogar que, desde el punto de vista de acceso a la tecnología, cuenta con las condiciones necesarias para hacer posible la educación a la distancia. El equipamiento tecnológico en los hogares dimensiona retos fundamentales que se sumarán a los estrictamente educativos para llevar a buen puerto la estrategia de educación a la distancia que está implementando el gobierno.

De acuerdo a la SEP, las tres primeras semanas de inicio del ciclo escolar están enfocadas al repaso de los conocimientos del ciclo escolar anterior. Sin embargo, es oportuno preguntarse si serán suficientes para atender rezagos educativos previos a la pandemia y que, derivado de ésta, inevitablemente serán aún mayores. O peor aún, si este repaso ha sido bien diseñado y estructurado.

Ante un escenario donde regresar a las aulas no parece muy cercano, un primer obstáculo a superar para hacer posible la educación a la distancia es derribar barreras de acceso a la inclusión digital. No obstante, a casi dos años de gobierno, la administración del presidente López Obrador ha dejado olvidada la inclusión digital y de telecomunicaciones en beneficio de los menos favorecidos. Las promesas reiteradas de “internet para todos”, por ejemplo, han sido palabras vanas sin el acompañamiento de los recursos para avanzar su cumplimiento y la definición de una política para abatir la brecha digital.

Esta difícil situación se complica aún más por un desfile de desaciertos en la materia de telecomunicaciones. Destacan: a) la cancelación de proyectos clave, como el concurso de la red troncal de telecomunicación; b) la falta de seguimiento en el despliegue de la red compartida de telecomunicaciones móviles; c) la desaparición de fideicomisos que podrían haber impulsado la inclusión digital de hogares menos favorecidos; d) promesas fútiles como Internet para Todos a cargo de la Comisión Federal de Electricidad, sin suficiencia presupuestal para hacerlas una realidad en dos años, como ha afirmado el presidente; e) La ocurrencia presidencial de desaparecer la Subsecretaría de Comunicaciones y Desarrollo Tecnológico de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, interlocutor del gobierno federal con los agentes del sector de las telecomunicaciones, enreda aún más las cosas.

El fortalecimiento de una política de inclusión digital es un pendiente del gobierno federal que escapa el ámbito de la autoridad educativa. Esto mina aún más el ejercicio del derecho a la educación —hoy a la distancia— de los menos favorecidos. De este modo, es aún menos factible que la educación contenga la desigualdad y pobreza que acompañan la emergencia. Por el contrario, ampliará las brechas de acceso y aprendizaje, con consecuencias intergeneracionales de pobreza y desigualdad más costosas para el país. La educación a distancia es víctima de la ausencia de una política de inclusión digital.

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