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Pandemia para aprender
Revista Educarnos
Esta pandemia, una de las más agresivas en varios lustros nos permite aprender y descubrir cosas importantes sobre la vida cotidiana y, también, sobre todo de la organización de nuestra sociedad. La educación y sus múltiples aristas en este contexto es un terreno fértil para aprender y descubrir. Por eso, vale la pena reconocer los aprendizajes obtenidos o en proceso de lograrse por causa de la nueva situación educativa. Las instituciones educativas, las familias y las personas, en medio de la pandemia, han tomado por las medidas sanitarias o por consecuencia de éstas, nuevas formas de ofrecer el servicio educativo. Esas formas son conocidas y han sido, en su mayoría, semejantes en regiones y países. Tales hechos suscitan, entre otras, dos cuestiones importantes para los educadores y educadoras: lo que la pandemia descubrió de la educación ya lo sabíamos y no lo creíamos. Y luego, eso descubierto, qué sugiere para hoy y para más adelante. Veamos un poco de lo primero.
En definitiva, el efecto más inmediato de la crisis ha sido el cese de las actividades docentes presenciales en todas las instituciones educativas. Resulta una obviedad, y hay que decirlo, la relación educativa no es la misma en presencia de los actores educativos o a la distancia, mediada por medios digitales o electrónicos. Y esa diferencia obvia ¿daña la educación o sólo la consigue por otros medios? ¿No es la misma diferencia de aprender con la atenta y activa lectura de un buen libro de cualquier campo de las ciencias, o hacerlo en una serie de sesiones, quizá aburridas, de un profesor no demasiado didacta?
En todo el sector de la educación sentimos el impacto fundamental de la diferencia, y, a pesar de dichos y posturas, es evidente que está todavía por evaluar. No sabemos aún el saldo resultante, en términos de calidad y de equidad, tras el cambio de metodologías en la prestación del servicio para garantizar su continuidad. Se ha destacado el impacto emocional en estudiantes y profesores, acostumbrados a reunirse y en alguna forma convivir y educarse. Sin embargo, ¿no sabíamos ya de los impactos emocionales en eso que llamamos, y quizá no acabamos de conocer, malestar docente?
Otro punto abre otras preguntas sobre nuestro conocer. Las actitudes y la percepción pública, incluida la de la mayoría de las y los docentes y estudiantes, coincidían, antes de la crisis, en considerar a la educación a distancia como un sustituto, no como otra forma, diferente y eficaz. Verse cara a cara, parece insustituible para provocar el hecho educativo. ¿De verdad es así? Si un buen amigo nos recomienda un libro, una película o video en la red, y le hacemos caso, ¿aprendemos, conocemos, reconocemos, o no?
La pandemia es para cuidarse, de verdad, y para aprender, en otras formas, de verdad.
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