La reprobación invisible (Parte II)

By on enero 13, 2021

Educación Futura

En esta segunda entrega sobre la reprobación invisible seguimos sosteniendo la idea de que: el proceso de reprobación de las niñas, niños y jóvenes en México no ha desaparecido; por el contrario, se ha vuelto un mecanismo invisible para seguir reorganizando la vida escolar, educativa y laboral de los jóvenes y adultos en México. Asimismo, quienes realizan los procesos de reprobación no son los actores que tradicionalmente se piensa que lo hacen: las maestras y maestros, sino otros actores que han surgido a lo largo de las últimas décadas, cuya actividad se enmarca en los procesos de selección.

En las primeras décadas del siglo XXI se hace más claro un cambio en la percepción de las y los docentes, de un modelo, al menos ideal, donde se les tenía respetabilidad y dignidad, a un modelo donde sólo debe guiar o poner trabajos o actividades; es decir, ser meramente un acompañante o cuidador de las y los estudiantes. Ello implico un proceso de desprofesionalización de la labor de la enseñanza. Ahora el docente ya no hace exámenes, tomado esto como incorrecto. Esto implicó perder una de sus herramientas fundamentales para saber si el alumno había aprendido o no, y con ello un pie en la tierra en la comprensión de los procesos educativos. Porque a la eliminación del examen no se enseña o crea una herramienta para poder intervenir y conocer, aunque sea de manera somera, el avance del estudiante en su proceso educativo.

En muchos casos durante el siglo XX el papel de un examen construido por las maestras y los maestros era el de conocer de manera somera y quizás de manera superficial el avance que iban teniendo los estudiantes a lo largo de los ciclos escolares. Además, para la mayoría de las y los docentes no era automático poner una calificación sólo a partir del examen; también se consideraban otros elementos de una forma más heurística y humanística, ya que tomaban en cuenta la constancia de los estudiantes, el respeto y reproducción de principios y valores éticos, su desarrollo psicogenético y otros referentes que sólo se conocen en la convivencia diaria, y que son imposibles de conocer a través de pruebas estandarizadas y homogéneas. En ese sentido los resultados que los maestros iban construyendo con sus propios exámenes y pruebas no ceñían una evaluación completa. Por lo contrario, les permitían poder tomar determinadas decisiones ante el proceso de formación de cada estudiante. Al desaparecer o dejar que otros hicieran esto, pasaron varias cosas: a) Perdieron un instrumento para observar de forma individual o grupal el proceso educativo de las niñas y los niños; b) Al ya no ser ellos quienes podían legitimante hacer exámenes o evaluaciones, surgieron otros actores que asumieron la tarea de construir exámenes y evaluar a las niñas y a los niños, que implicó y profundizó los problemas de exclusión y selección de los estudiantes.

Poco a poco los docentes fueron perdiendo la capacidad de evaluar y aprobar a las y los estudiantes a través de leyes, acuerdos educativos, lo cual trajo como consecuencia su pérdida de poder y presencia en el proceso educativo. Contradictoriamente, se les pidió mayores requisitos para poder reprobar al estudiante, y si el estudiante reprobaba implicaría para el docente una carga de trabajo extra. Como ya se sabe, el maestro mexicano siempre ha tenido un recargar laboral. Entonces, cuando lo hacen como único responsable, lo que muchos los docentes terminan haciendo es simplemente pasar a todas y todos, o al menos a la mayoría de los estudiantes. Este fenómeno crea problemas mayores que los que se querían resolver con la no reprobación. Por ejemplo, los alumnos tienen graves problemas en sus procesos cognitivos más básicos como es leer, escribir, o en el desarrollo del pensamiento lógico, como lo demuestran pruebas nacionales e internacionales como el examen PISA, la prueba PLANEA, ENLACE o los datos dados por la ONU año tras año. Además, se ocultan los resultados bajo una ideología del daño psicológico provocado al estudiante si el docente lo reprobaba.

Esto se suma a que, desde principios del siglo XX, y más claramente desde gobierno de Felipe Calderón, este país ha obtenido los primeros lugares en aspectos reprobables: en la producción de violencia contra las mujeres, en la violación y trata de niñas y niños y primer lugar de seres humanos enfermos de diabetes, que ahora en este periodo de pandemia está cobrando los costos con la vida de las personas. Se puede decir que el daño en la salud mental de las niñas, niños y adolescentes no fue ni es provocado exclusivamente por las relaciones escolares y pedagógicas que se dieron en la escuela, sino que son parte del mundo cotidiano diario que los mexicanos viven en sus diferentes espacios cotidianos, y que si hay un gran daño psicológico en las niñas y los niños, tal no lo producen los docentes, ni una prueba o examen que se realice en ambientes escolares o educativos. Además, de que los espacios escolares son los espacios públicos donde se busca contener, adaptar, integrar y sanar a los estudiantes ante el mundo de la violencia que se ha vivido desde hace varias décadas en México, y que hoy se hace presente cuando una gran parte de la población no se quiere cuidar para controlar la pandemia de COVID, con acciones tan simples como el uso del tapabocas o el gel antibacterial, ya que lo más importante para algunos es satisfacer su libertad de poder comprar lo que ellos creen que necesitan, siendo estos productos no básicos para la vida, sino suntuarios. Por ejemplo, no se quieren cuidar los jóvenes porque piensan que no se van a contagiar y si se contagian es más difícil que muera, pero se convierten en un puente para contagiar a personas vulnerables con esta pandemia como son los diabéticos, asmáticos y viejos, a estos jóvenes no les importan estos sectores, no los valoran como humanos y con sus actos violentan la vida de los otros, parte su acción no como seres sociales, sino como seres únicamente individuales y egoístas, ideas que fueron impulsadas por teorías neoliberales en el campo educativo durante los años noventa y principios del siglo XXI.

Se ha señalado a lo largo del texto que las maestras y los maestros mexicanos desde hace varias décadas, y principalmente a inicio del siglo XXI, se les ha prohibido reprobar a los estudiantes, ya que parece que con ello se resuelven los problemas educativos.

Se hace presente la no reprobación en el gobierno actual, presentada como propuesta novedosa, publicada en el Diario oficial de la Federación para el mes de abril de 2019, en el acuerdo 11/03/19, para no reprobar a los niños de preescolar y a los que cursan primero y segundo de secundaria. El Secretario de Educación señalaba: “es ridículo reprobar a los niños.” Pero también es ridículo pasar a niños que no van a clases, que no aprenden o que en el caso de jóvenes en la secundaria y el bachillerato no quieren estudiar. Por supuesto hay que tener claro que la escuela por sí sola no hace que se cumplan todos los derechos humanos, para ello es necesario muchas otras instituciones del Estado. En caso de lo que corresponde a las escuelas está ser espacio donde se transmiten conocimientos y espacios de procesos de socialización fundamentales, y si el niño no va no es posible esto, ya que en las familias no enseñan lo que se enseña en las escuelas.

Antes de la pandemia se señalaba que el sistema educativo en la educación básica tenía una cobertura de más del 90%. Esta es la historia de la incorporación y el crecimiento de la matrícula escolar en los últimos años. Sin embargo, también siguió siendo la historia de los exámenes hechos a nivel internacional a niñas, niños y jóvenes con los resultados más bajos en las pruebas estandarizadas, en los datos construidos por organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), pero un elemento importante es también la experiencia y el saber de los docentes, varias y varios se dan cuenta de que está ocurriendo esto en los salones de clases, prueba de ello es una de las sesiones que tuvimos en el Seminario de Perspectivas Críticas en Educación de México y Latinoamérica: construcción de discursos y prácticas, titulado: “Aprobar para excluir. La no reprobación como dispositivo de control en la educación básica mexicana”.

Sin duda hay un crecimiento de la matrícula, pero los resultados en materia de aprendizaje no eran paralelos o proporcionales, sino se encontraban en extremos contrarios: entre más matricula menos buenos resultados se sacaban en las medidas internacionales. Desde los gobiernos o desde el discurso oficial se impulsó la idea de que lo que faltaba era la calidad, aunque como sostiene Sebastian Pla, las políticas de calidad impulsaron la desigualdad.

 Por mucho tiempo fue ambigua la comprensión de calidad, hasta que aparece en la Constitución, en el 2013 con la reforma educativa del gobierno de Enrique Peña Nieto, como el máximo logro de aprendizajes. Entre más se ha medido la calidad, los resultados han sido negativos para las y los estudiantes mexicanos. Cada año en los periódicos desde 2000 aparece que los mexicanos tienen grandes déficits en español, matemáticas o ciencias, los cuales son identificados a través de pruebas como PISA, hasta llegar a señalar que los estudiantes mexicanos están reprobados.

Se fueron cambiando los parámetros de organización administrativa, el papel de los docentes, del papel de autoridad pedagógica a sólo ser un ayudante o un apoyo para el proceso educativo, y cada vez más incómodos eran aquellos que se formaban en las instituciones públicas o en las normales. Durante la primera década del siglo XXI, un personaje que se suponía tenía que defender a los docentes, al magisterio y a los normalistas, acusaba a las normales como semilleros de guerrilleros: Elba Esther Gordillo. Figura que decía que estas instancias debían desaparecer y convertirse en escuelas de inglés y computación. Hoy es importante recodar este personaje, ya que pronto busca volver a la vida política fundando un nuevo partido: Redes Sociales Progresistas. En el país donde no pasa nada, las estructuras, los discursos y las didácticas estaban cambiando.

Las y los estudiantes estaban en las aulas y su vivencia ya no eran aquellas de la reprobación, sino las de estar en la escuela y entre comillas, ejerciendo su derecho a la educación solo por permanecer en ellas. En las décadas de los 60, 70, 80, se pedía tener acceso a la educación, pero de qué forma ha implicado estar en las escuelas y para qué, en estas primeras dos décadas del siglo XXI.

Para hacer un acercamiento al por qué los estudiantes van a las escuelas o permanecen en el Sistema Educativo Nacional, presento las siguientes hipótesis: 1) Los estudiantes asisten y permanecen en las aulas y en los procesos escolares porque tienen interés por el tipo de formación que reciben en ellas, por ello la escuela y la educación pública tiene sentido; 2) Los estudiantes permanecen en el sistema educativo nacional, aunque no quieren estudiar, no tiene sentido para ellos el estudio, sino permanecen en las aulas para recibir una beca o un apoyo social por parte de las diferentes instituciones y estructuras del Estado Mexicano; no son estudiantes, sino clientes. Además, el espacio escolar se comprende como espacio para cuidar y guardar a las niñas, niños y jóvenes. Ante estas hipótesis no se sabe con certeza cuántos estudiantes valoran el estudio, cuántos sólo van por lo que les da el gobierno. Estas hipótesis nacen ante las observaciones y convivencias que he tenido como profesor de Educación Media Superior en el Estado de México, en los últimos 8 años; además, de los testimonios de maestros de educación primaria y secundaria que narran que los estudiantes ya no estudian, pero sí van el día que se reparten las becas o se hacen los trámites para entregar las tarjetas o despensas. Estos testimonios son de diversos maestros en la Ciudad de México, en el Estado de México y en la Montaña de Guerrero. Por ello, tales hipótesis se plantean para la discusión, no es que toda la realidad o todos los estudiantes se encuentren limitados en estos parámetros sobre sus distintos intereses de porque permanecen en la escuela.

La reprobación durante la pandemia

Se recordará al 2020 como un año que cambió la historia de la humanidad y de México, debido a la pandemia de COVID 19. Este año se recordará como el inició de muchos cambios en el país.

Ante cambios jurídicos y de sentido común que se habían impulsado en los últimos años, nos llegó la pandemia. De nuevo, el Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, explica que, durante el periodo extraordinario de las clases en casa, a las y los estudiantes no se les va a reprobar. Señala por ejemplo que el programa Aprende en Casa II ha dado buenos resultados. Esto lo ponemos en duda, porque eso se dice desde el discurso político, que es diferente al discurso científico. Para construir un discurso científico y objetivo, tendremos que escuchar en algún momento a aquellos que, desde los espacios más básicos y ahora virtuales, dan clases a la infancia y a la juventud mexicana en la precariedad, las maestras y maestros de la Escuela Pública Mexicana. Esperemos que tengan valor de enunciar la verdad de lo que está pasando en este periodo. Eso es un pendiente hoy en día en la educación mexicana.

Para el 29 de abril de 2020, sale una nota en relación a que había distintas organizaciones sociales que piden que, a las niñas y niños en México, durante el periodo de la pandemia no se les repruebe. Esas organizaciones eran la Red por los Derechos de la Infancia en México, Tejiendo Redes Infancia y Mexicanos Primero. Es muy interesante no olvidar que esta última institución durante el gobierno de Enrique Peña Nieto exigía que a los docentes se les hicieran diferentes evaluaciones, las cuales tuvieron repercusiones punitivas y negativas para el magisterio, pero para el mes de abril de 2020 se hace visible su gran preocupación por la reprobación de las niñas y niños: ¿A quién se le puede evaluar, a quién se le puede reprobar y para qué? Las y los maestros son los que conocen más de cerca la realidad de las niñas y niños en México y por ello sus parámetros de evaluación en su vida cotidiana podrían ser los más objetivos para evaluarlos, por ello se tendría que escuchar a los docentes que llegan a la dura decisión de considerar que una niña o niño esta reprobado, ya que la reprobación se percibe en términos complejos, humanos y desde una dimensión más holística. Claro, un maestro no va a defender su decisión de reprobar a alguien porque implica una sobrecarga de trabajo y una descalificación social en la actualidad. Aunque ha habido rebeldes a lo largo de estas décadas. Hay testimonio de maestros de primaria y secundaria que valoran que sus estudiantes no han desarrollado las habilidades, conocimientos y saberes para pasar al siguiente año. Aunque toman la decisión de reprobarlos, en la primera evaluación llevada a cabo en noviembre de 2020 tuvieron que pedir un trabajo más sencillo, dicen los maestros, ya que las autoridades y directivos les decían: “en calidad de urgente pidan un trabajo más sencillo para que acrediten ese periodo, no puede haber ningún reprobado.” Llegan las indicaciones desde las supervisiones y de la misma SEP, invita, obliga a no reprobar a las y los estudiantes, que, con sólo entregar un trabajo más sencillo y menos elaborado, deben de pasar. En este sentido el no reprobar implica sólo la permanencia del estudiante en el Sistema Educativo Nacional, tenemos que preguntar dónde queda el derecho al conocimiento y al saber, aunque estemos en una situación extraordinaria ocasionada por el COVID 19.

Hay testimonios de maestros que trataron de sostener su decisión, aunque las estructuras institucionales no lo permitieron. Tenemos jóvenes por todo México que son analfabetas funcionales, y no saben los conocimientos más básicos en matemáticas, español, ciencias y humanidades, no saben un oficio ni están preparados para cursar estudios universitario, ya que muchas preparatorias y bachilleratos no cumplieron ni cumplen en este periodo de pandemia su papel propedéutico; pero las y los estudiantes no están reprobados, por sus maestros, sino en el momento de buscar un lugar en educación media superior y superior o un buen empleo. Para el 2008 publicaba Karina Avilés, en el periódico de La Jornada, que el 91% de los estudiantes quedaban fuera de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Politécnico. Para el 2018, según una nota de El Universal en la UNAM sólo fueron aceptados 9 mil 817 jóvenes de 149,164 aspirantes, sólo el 5.5% entraron a estudiar a la universidad y 94.5 quedaron fuera. Para el 2019 en El Heraldo publicaron una nota donde se registra que sólo el 10% de los aspirantes a estudiar en la UNAM entraban. Para el 2020, se hacen presente inconformidades por organizaciones que señalan que el 92.82 de aspirantes a la UNAM en la segunda vuelta fueron rechazados.

La mayoría de los maestros ya no reprueban; sin embargo, hay otros organismos públicos y privados que llevan a cabo los exámenes de selección nacional, de ingreso y de acreditación, como el COMIPEMS, el CENEVAL, las universidades públicas y organismos internacionales como la OCDE, la ONU y escuelas privadas que capacitan a las y los estudiantes para pasar un examen de selección de educación media superior y superior, por ejemplo el Colegio de Matemáticas (CONAMAT). Será esto las nuevas formas de reprobación, sólo en ciertos momentos al finalizar determinados estudios o para obtener una determinada acreditación. En esos exámenes se siguen evaluando conocimientos de las diferentes disciplinas, como también los conocimientos memorísticos, que tanto se han descalificado a lo largo de las décadas. Pero la pregunta es: ¿por qué ellos si pueden hacer exámenes en diferentes momentos y el magisterio ya no?

No desapareció la reprobación sino cambió de manos como instrumento de selección, de calificación y de organización de la sociedad mexicana. Ya no la ejercen las maestras y maestros de educación básica: preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, pero si otras. Entre esas diferentes instituciones tanto públicas como privadas son el Consejo Nacional de Evaluación Educativa (CENEVAL) o el COMIPENS o algunas universidades que tienen la capacidad de hacer sus instrumentos para evaluar a los estudiantes que quieren ingresan a sus aulas. La reprobación no desaparece: continúa.

Otro aspecto diferente en relación a la reprobación es lo referente a las actitudes, conocimientos, saberes, creencias, sentimientos que se deben desarrollar para resolver o enfrentar un problema. La educación escolar debería ayudarnos a resolver nuestros problemas cotidianos y vivenciales. En eso, también vemos reprobados una cantidad enorme de mexicanas y mexicanos que no pueden seguir las recomendaciones mínimas para enfrentar un problema mundial como es el contagio por COVID 19. Muchas y muchos mexicanos no hacen presente un conocimiento solidario para poder controlar la pandemia; por el contrario, el comportamiento de muchas y muchos está basado en el prejuicio, en la ignorancia, en la indolencia, en la necedad, en lo que “dicen por allí” pero que no se puede sostener ni filosófica, ni científicamente. Ante esto los mexicanos salimos reprobados, si la educación no es para resolver nuestros propios problemas, ¿entonces para qué es?

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