No hay docencia sin discencia: Freire cuestionando autoridades

By on julio 7, 2022

Marco Antonio González Villa*

Hablar de Freire siempre será una invitación directa a la reflexión, pero también al cuestionamiento sobre las formas en que se implementa y entiende la educación. Es importante recordar que, fiel a sus ideas y convicciones de lucha, habrá siempre una intencionalidad clara en cada una de sus propuestas.
Y, sin un afán de descalificar, considero que hay uno de sus libros en donde plantea una idea que podría suscitar dudas sobre el papel y rol que diferentes actores de la educación se juegan. Hablamos del libro Pedagogía de la autonomía. En este libro se proponen diferentes saberes que pueden considerarse para la práctica educativa, de los cuales hay uno que, en este momento, considero importante y en el cual me centraré: no hay docencia sin discencia.
Empieza explicando que la discencia, entendida como un neologismo, implica las diferentes funciones y actividades que realizan los discentes, es decir, los educandos. A través de diferentes saberes, Freire nos deja ver diferentes acciones que es conveniente lleve a cabo en el aula el docente, teniendo siempre una idea clara de quién es el educando y cuál es la finalidad del proceso educativo: formarle un sentido crítico, tener conocimiento y respeto por sus cualidades y significaciones, así como educar a través de la corporificación, del ejemplo, y el desarrollo y construcción de una identidad.
La idea es interesante, sobre todo si planteamos una pregunta que, aunque ingenua, tiene tras de sí un cuestionamiento directo y necesario ¿quién es el docente, el maestro?
La respuesta es simple, basándonos en los principios y ejes rectores planteados: es aquel que se encuentra en el aula y en contacto directo con las y los educandos, dado que la docencia sólo es posible en el contacto con el discente.
Y así, nuevamente, podemos decir que alguien formado como educador, pero que no se encuentra en el aula, deja de ser un docente en términos estrictos. Algunos ocuparán cargos administrativos, de supervisión o funciones políticas, o bien, podrán dedicarse a teorizar e investigar sobre educación, pero lejos de una función docente, lo que establece distancia, alejamiento y posible falta de comprensión no sólo de la labor que ahora se lleva a cabo en las aulas, sino también un desconocimiento de las características psicológicas, culturales y pedagógicas de las y los estudiantes de las nuevas generaciones. Así, la idea de dirigir, criticar o hacer propuestas para la labor y función de un docente, desde estos nuevos roles, puede carecer de validez, o al menos, carecen de conocimiento sobre el contexto educativo del cual intentan hablar o dirigen desde el escritorio. Llamar a alguien una autoridad en educación suena bien y rimbombante, pero en algunos casos podría ser imprecisa.
No cuestiono que alguien se refiera a sí mismo como profesor, profesora, maestro, maestra o docente, es una identidad asumida y con convencimiento, sin embargo, hay identidades que ya no se ejercen o no son ya un rol principal o esenciales. No hay docencia, sin discencia, interesante idea ¿no?

*Doctor en Educación. Profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala. antonio.gonzalez@ired.unam.mx

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