Nuevas formas, nuevos modos, nuevas prácticas

By on febrero 2, 2022

Revista Educarnos

Antes de marzo de 2020 ya existían canales, plataformas y medios para el trabajo virtual, se usaban poco o casi nada, por lo menos en educación básica, sabemos que para la mayoría de docentes eran un tanto ajenos y quienes los utilizaban eran sujetos raros, se llamaban a sí mismos innovadores y se sentían incomprendidos por sus semejantes, sin embargo, cualquier duda que surgía en la escuela con las computadoras, tablets y teléfonos móviles se acudía a ellos para solucionar y orientar su uso o arreglo.
Vino la pandemia y las escuelas tuvieron que dar otra cara, ahora a la distancia y como tal, las nuevas formas de hacer educación requirieron de nuevos modos y nuevas prácticas de docentes y estudiantes, de la noche a la mañana y sin más, se popularizó el uso de computadoras, tablets y celulares, las prácticas ya no fueron las mismas, en tanto, madres, padres y tutores tomaron la responsabilidad como mediadores entre las actividades o información que enviaban los docentes y sus hijos.
En el recuento de las cosas y, a casi dos años de que la escuela se transformó, hubo mucho aprendizaje en todos los involucrados, hoy en día es más fácil el uso de medios y canales para la virtualidad, en ese sentido, todo mundo salió ganando.
Pero también es cierto que los grupos marginales y vulnerables siguieron igual o peor, ya que la dificultad para el acceso a la virtualidad de esta población generó rezagos educativos evidentes y como consecuencia su exclusión de los procesos escolares (tan solo en el ciclo 2020-2021 casi nueve millones de estudiantes entre 3 y 29 años dejaron la escuela por causa del Covid, El Universal, 24/03/2021).
En el regreso a la presencialidad se evidenciaron los rezagos y los bajos niveles de aprendizaje en la mayoría de estudiantes, en casos extremos llegaron niños a tercero de primaria sin saber leer y escribir, la mayoría con serias dificultades en el uso de las operaciones básicas de matemáticas, amén de hábitos de trabajo individual y colectivo, qué decir de los de higiene.
Mirando al futuro, pero sin dejar de lado el pasado, el presente y los rezagos que dejó la pandemia, y más allá de seguir insistiendo en las políticas públicas del vaso medio lleno, es necesario que se dejen de realizar acciones y decisiones generales para todos, es fundamental ver las múltiples y diversas realidades que presenta la escuela en cada comunidad, nunca será lo mismo trabajar en la ciudad con todo lo ello que implica, además de las facilidades de comunicación, conectividad y hasta de recursos, que en comunidades que carecen de todo, incluidos los servicios básicos (luz, agua y drenaje).
El futuro para la escuela es incierto y necesariamente depende de las políticas de salud y de gobierno, por lo menos a corto plazo; mientras aprendemos a vivir con esta incertidumbre, será necesario pensar que la escuela ya no es la misma, como tampoco podemos creer que algún día volveremos a lo que docentes y estudiantes hacían antes de marzo de 2020, la mejor evidencia es que nos hemos dado cuenta que se puede aprender de diferentes maneras, no solo en las aulas, ante ello, el acompañamiento seguirá siendo necesario de la forma en que se dé, ya bien sea en pares o en colectivo, como también debemos saber que todo lo nuevo implica ser flexible de mente, adaptarse a lo que sea necesario y renunciar a las viejas formas, modos y prácticas de hacer las cosas, porque sabemos de sobra que con eso no va a ninguna parte, tampoco es posible volver al pasado.

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