Otro programa, una vez más

By on febrero 7, 2022

Revista Educarnos

Hace unos días la secretaria de Educación Pública anunció el propósito de diseñar un nuevo programa educativo, con nuevos libros de texto, nuevo currículo y nuevas funciones del personal educativo. El propósito incluye reunir las ideas y propuestas del personal educador en 32 asambleas, una por cada entidad federativa durante los meses de febrero y marzo del año en curso.
Este empeño revive las preguntas de siempre en estos casos. ¿Se ha evaluado el actual programa? ¿Cuáles son los defectos encontrados en esa posible evaluación? ¿Los estudiantes serán tomados en cuenta con sus propios sentires y quereres o serán ignorados como es usual? ¿Quiénes estarán en las tales asambleas? ¿Por qué asambleas y no un proceso desde abajo en el cual profesores, estudiantes, familiares y otros interesados en la educación nacional puedan tomar parte y exponer sus deseos, buenas y malas experiencias? ¿Se incluirá la educación para personas con alguna discapacidad? ¿Habrá espacio para, ahora sí, incorporar los aportes (no sólo artefactos) de la cultura digital?… y las que los cien asuntos importantes para la educación mexicana que los lectores quieran sumar. Si se pudieran plantear, seguro obtendrían respuestas clásicas, por ejemplo: en todo eso hemos pensado y de manera oportuna se tomará en cuenta, desde luego.
Otras preguntas, desde otra mirada, pueden plantearse. ¿Porqué no empieza el gobierno por mejorar las escuelas, al menos en su planta física, los materiales educativos y las áreas deportivas? ¿Porqué no se preocupa por una mejor modelo laboral de los educadores? ¿No es momento, en este México de al menos 125 millones de personas y al menos 39 millones de escolares, el diseñar un fuerte y bien pensado modelo de descentralización? Si hay miles, sin exagerar, estudios muy serios elaborados en los años recientes por investigadores, profesores, profesoras, universidades, y otros más sobre cómo atender los problemas y las necesidades de la educación nacional en todos y cada uno de sus problemas y aciertos, ¿por qué no empezar por hacerles caso a los que se consideren valiosos? Empezar con la misma cantaleta de “nuevo programa educativo” es francamente una nueva pérdida de tiempo y esfuerzos valiosos, colados por el tamiz del propósito politiquero de sus inventores.
En los últimos años (digamos treinta, al menos) la tarea educativa al ser observada y reflexionada por sus protagonistas, trabajadores, beneficiarios y estudiosos confirman la fuerte relación con la vida social, política, cultural y económica del país, de las regiones y hasta de las ciudades y poblaciones donde se instala alguna escuela. La educación, si vale la comparación, es un sistema nervioso de la sociedad en cuanto tal. Ahí, en la educación se siente cualquier arreglo y desarreglo social, ahí se mandan señales de alarma o de alegría, señales emocionales de prevención de peligro… la educación mediante su actividad y su aparato material y humano siente la vida del mundo en el cual hace su tarea. Por eso, debe ser receptiva a cambios, ser repulsiva a los excesos, ser atenta para estudiar tendencias, ser laboratorio para probar propuestas y desechar o adoptarlas y cambiar, aun “sin permiso” de la política educativa en turno. La política educativa parece muy política y poco educativa.

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