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El terrible despropósito de venezolanizar a México
Estar enterado sobre las últimas noticias de Venezuela nos permite conocer cómo está el mundo y los riesgos que afronta. El discurso de Nicolás Maduro en la reunión del Consejo de Seguridad de la Nación y el Consejo de Estado del gobierno de Venezuela nos mostró a un hombre delirante, que se siente ungido, iluminado y protegido por Dios. Se definió, a sí mismo, como un “soldado celestial”, como un “soldado de Dios”. Su discurso fundamentalista sólo hace esperar más represión y violencia, en medio de una oposición creciente.
Todo lo que dijo Maduro fue excesivo, incluso, cuando arengó diciendo que la lucha del valeroso pueblo venezolano era contra el fascismo y también contra el imperialismo; ello cuando habló de defender el petróleo, el oro y hasta los ríos. Se sabe que Venezuela cuenta con las mayores reservas petroleras del orbe con 304 mil millones de barriles y que sus reservas de oro ascienden a 161 toneladas métricas. Es claro que el agua se está convirtiendo en un recurso estratégico por su escasez y en efecto, el sistema fluvial de la Amazonia contiene el 20% de agua potable en el planeta. Más tarde matice mi impresión al leer la siguiente declaración de Donald Trump: “Al irme del gobierno, Venezuela estaba a punto de colapsar, nos habríamos hecho con todo, hubiéramos tomado su petróleo y su oro”. Esto preocupa más: la primera potencia del mundo puede ser gobernada por un hombre con una mentalidad colonialista. Trump es el mayor riesgo para el mundo y para América.
La sorpresa no quedó ahí, al revisar las redes sociales me di cuenta del intento de varios influencers (algunos más connotados que otros) de venezolanizar a México. Ante el asombro, tuve que revisar datos para darle la justa dimensión a los comentarios de estos personajes. Hay quien opina que ningún país se puede comparar con otro, porque cada uno responde a contextos históricos, sociales, políticos, culturales y económicos distintos. Recuerdo, sonriendo, viejas lides intelectuales en donde se comparaba a Estados Unidos con Cuba, defendiendo cada uno a un sistema o a otro. Ahora, el que se siga haciendo, me da risa. Sin embargo, las ciencias sociales son permisibles: las comparaciones ayudan a entender cada caso y dan una idea del camino que se debe seguir para no incurrir en los mismos errores de los otros.
Si hacemos caso a la ciencia política, lo primero que tendríamos que decir es que Nicolás Maduro lleva once años en el poder, con lo que esta segunda reelección, lo llevará a un larguísimo periodo de 17 años. En la ambigüedad que existe entre democracia y dictadura, no queda del todo claro si es o no un dictador; sin embargo, lo que menos importa son las definiciones simples. Es más relevante señalar que el régimen de Maduro está caracterizado por su tolerancia represiva y por una represión focalizada; por un clientelismo aberrante, que excluye del pueblo a quien le estorba con el fin de conservarse y perpetuarse en el poder; por una constante manipulación de la opinión pública que reitera una ideología estatista y en donde las prerrogativas sociales anulan los derechos inalienables de las personas; por mensajes “progresistas” en donde advierte sobre la existencia de enemigos para la nación y para el pueblo, esto combinado con amenazas que ni siquiera son veladas: se llega a lo grotesco, al insulto y al señalamiento individual. Decirle a alguien cobarde desde la cima del poder, no es más que situarse en la cima de la cobardía.
Llegar al poder casi omnímodo de Maduro es factible: 1) si se controla a los medios de comunicación, coartando la libertad de expresión (ahora ha nombrado, incluso, a un censor en las redes sociales); 2) si se cuenta incondicionalmente con el ejército y demás fuerzas del orden, intimidando y reprimiendo a quien se opone; y 3) si se manipulan los hilos con los que se mueve el sistema electoral. En Venezuela la democracia sólo es aparente.
En México, la no reelección lleva a un sistema presidencial que se renueva cada seis años, sin posibilidad de repetición alguna del jefe del ejecutivo. López Dóriga señaló fehacientemente “que nunca había visto a un presidente con la fortaleza de Andrés Manuel López Obrador”; lo que podría constituir un riesgo para la sucesión presidencial. Cierto, por sus logros, aceptación y prestigio, el presidente López Obrador podría influir en las decisiones que tome el próximo gobierno, pero ha señalado que se va a retirar de la vida política, con lo que la posibilidad de erigir un maximato se diluye. Creo en la palabra del presidente, también en la inteligencia y el carácter de Claudia Sheinbaum, que la hace ajena a cualquier tipo de tutelaje.
En México no se ha reprimido a nadie, aun cuando han existido excesos, los muros y las puertas del Palacio Nacional han sido vandalizados; el presidente cuenta con una conferencia matutina, pero no se contiene a los medios: se llega a la adjetivación radical y hasta el insulto, sin que exista nadie que censure, ello con pleno respeto a la libertad de expresión; existen señalamientos entre el gobierno y sus adversarios, no obstante, la enemistad hasta ahora no ha llevado a la intimidación y menos a la represión de opositores. Esto pese a que los insultos hacia el presidente han llegado a lo soez y hasta al seudónimo escatológico.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) es la institución que organiza las elecciones en Venezuela. Este es un organismo público con rango constitucional, teóricamente autónomo. El principio de imparcialidad necesario en toda democracia se cumpliría si la autonomía fuese efectiva, no es así porque la mayoría de los integrantes del CNE es madurista. Sólo basta señalar que el actual presidente del CNE, Elvis Amoroso, ha sido un militante chavista desde los años noventa, es fundador del Partido Socialista Unido de Venezuela; además de ser un amigo personal de Nicolás Maduro y de su esposa. Los dados están cargados y bajo este contexto el triunfo electoral siempre será dudoso. Imposible pensar que Maduro aceptase una derrota y que el CNE no lo avalara.
En México nuestro Instituto Nacional Electoral (INE) nos cuesta y mucho; sin embargo, nadie puede dudar de su autonomía que garantiza el respeto a la voluntad popular. Se sospechaba sobre la imparcialidad de su Consejero presidente, Lorenzo Córdova, pero no era a favor del partido oficialista Morena o de la 4T; sino a favor de la corriente opositora. La nueva presidenta del INE, Guadalupe Taddei Zavala, llevó al justo medio al arbitraje electoral, lo que dio mayor certidumbre al resultado de las elecciones. Taddei fue tan prudente, que aun cuando el triunfo de Claudia Sheinbaum era significativo, sólo dio el resultado del PREP hasta cuando técnica y científicamente las estimaciones se tornaron contundentes e irreversibles.
La comparación económica suele ser odiosa cuando el tamaño de las economías es tan disparejo. Habría que indicar, primero, que la economía venezolana es sombría porque no existen datos estadísticos elaborados por una organismo oficial, ya sea autónomo o no; por lo que los datos que son sensibles simplemente se ocultan y sólo son estimables. En México existe un organismo autónomo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), que además de informar periódicamente, ha innovado para contar con una información socioeconómica cada vez más amplia y oportuna. La filosofía es correcta, se informa para conocer y corregir, aun cuando ciertos agentes económicos se pongan nerviosos y actúen negativamente al existir datos desfavorables en materia de inflación, crecimiento económico y empleo.
Se concibe que los resultados económicos juegan un papel relevante dentro de la contienda política, lo que lleva a la continuidad o al cambio. Maduro haciendo un uso retórico del pasaje bíblico habla de siete años por venir de prosperidad y abundancia. Existe el pronóstico del FMI y de la CEPAL de un crecimiento en 2024 de 4%, además de que se prevé una contención de la hiperinflación al proyectarse una tasa inflacionaria anual de 50% (parece por la magnitud de la tasa una socarronería, pero así es, la variación inflacionaria se ha situado en miles por ciento). Se puede señalar que esto obedece a una mayor exportación petrolera, que ahora se sitúa en 864 mil barriles diarios, misma que llegó a descender en 2021 hasta 591 mil barriles. Este repunte se debe al retiro de sanciones del gobierno demócrata de Biden a Venezuela. Previsiblemente, se piensa que la reducción inflacionaria obedece a un mejor manejo en las finanzas públicas, centrada en una mayor austeridad; pero quien sabe, la información económica y financiera, reitero, es dudosa por ser oscura.
Los daños económicos parecen irreversibles y en su caso, requieren para su corrección de muchos años, tal vez décadas. La revolución bolivariana y en forma acentuada Maduro, llevó al desastre a Venezuela; lo que hace más inexplicable su triunfo:
En 2012 la población en pobreza extrema representaba 9.3% del total, frente al índice actual de 51.8%.
El PIB per cápita se situaba en ese mismo año en alrededor de 8,500 dólares, contra los 3,867 dólares en 2024 (55% menos).
La deuda pública es de cerca de 150% del PIB, pero se duda del dato porque la deuda externa acumulada suma 150 mil millones de dólares, esto es, casi el 250% de su PIB.
El acceso al crédito internacional ahora es inaccesible, ya que la deuda internacional vencida suma 60 mil millones de dólares (40% de la deuda externa total).
Continúa siendo una economía básicamente petrolera, aun cuando sólo exporte el 35% de los 2.5 millones de barriles diarios que exportaba en 2012.
La inflación parece ceder, pero la hiperinflación acumulada llevó a salarios de subsistencia y a la pobreza generalizada, lo que explica que una quinta parte de su población haya emigrado a otros países.
En este declive, jugó un papel relevante las sanciones y el bloqueo económico de Estados Unidos, sin embargo, también es evidente un desorden económico y financiero irrefrenable sustentado en políticas populistas. El contexto internacional genera otra vez incertidumbre no sólo por la deuda y el default ya existentes, sino porque un triunfo de Trump significaría retornar a las inmisericordes sanciones.
En México las condiciones son distintas: de 2020 a 2022 salieron de la pobreza 5 millones de personas y han aumentado en 110% los salarios mínimos y en 30% los salarios promedio; el PIB per cápita se mantiene en el mismo nivel de 2018 (20 mil 700 dólares); la inflación general pese a sus variaciones bruscas (en la primera quincena de julio se situó en 5.61%) se mantiene controlable, ya que el componente subyacente continúa a la baja; dejamos de ser desde hace tiempo una economía monoexportadora y las finanzas públicas se sustentan cada vez menos en los ingresos petroleros; la economía se enfrío en el segundo trimestre de 2024, pero no deja de crecer y algunos pronósticos esperan su aceleración para el segundo semestre del año.
Además, los datos de deuda pública revelan una buena salud financiera: el ratio deuda pública a PIB se sitúa en 48.6%, uno de los menores a nivel internacional y dentro de las economías pobres y emergentes; el porcentaje de la deuda externa representa sólo el 15.7% de la deuda total y se ha reducido a 4.1 billones de pesos (un billón menos con respecto a 2018); y la inversión pública ha sido un motor para el crecimiento económico y ha ampliado el promedio total de activos de 8.9 a 12.9 billones de pesos de 2018 a 2024. En su momento y en la plena crisis del COVID – debe decirse – se rechazaron incluso préstamos emergentes para preservar la soberanía nacional.
Se pueden ofrecer más información y datos, sin embargo, con lo ya expuesto se puede afirmar que es un despropósito venezolanizar a México; quien lo hace, lo hace más por animadversión. La pasión siempre subyugará a la razón.
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