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Para superar el miedo a la tecnología, acompañamiento pedagógico… y amoroso
- “En esta era de la conectividad, la falta de acceso a internet, a una computadora o a un dispositivo móvil puede generar rechazo, no sólo por la imposibilidad de acceder a ellos, sino también por no saber utilizarlos”: Eduardo Mateo Cruz.
En México, 22.46 millones de personas de seis años o más todavía no tienen acceso a internet, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2023, realizada por el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en colaboración con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
El grupo de edad más afectado, que menos usó internet, fue el de 65 años o más, con una participación de 39.2 %. Además, 21.68 millones de hogares carecen de computadora (laptop, tablet o de escritorio), el 56.2 %, y aproximadamente 11.86 millones no tienen acceso a la web. Los estados con menor uso de internet son aquellos con mayores índices de pobreza: Guerrero (53.9 %), Oaxaca (53.0 %) y Chiapas (44.3 %). En las zonas rurales, el rezago alcanza el 34 %.
En contraste, en países como Corea del Sur, Estados Unidos, Reino Unido, Suecia, España, Alemania y Chile, alrededor de nueve de cada 10 personas eran usuarias de internet en 2022. En México, para 2023, esta cifra fue de ocho de cada 10, superando a países como Colombia y Sudáfrica. Entre 2022 y 2023, el número internautas en el país creció 2.6 puntos porcentuales.
Para combatir ese rezago hay iniciativas como las del Museo UNAM Hoy, ubicado en la calle Moneda 2, en el Centro Histórico. Marina Kriscautzky Laxague, directora de Innovación y Desarrollo Tecnológico de la Dirección General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM, mencionó que en este espacio se imparten talleres dirigidos a los habitantes y trabajadores de la zona, especialmente a adultos mayores interesados en perder el miedo al uso del celular y la tecnología en general. “Comenzamos con el celular, ya que casi todos tienen uno, pero a menudo sólo lo utilizan para recibir llamadas”.
Agregó que muchos participantes de los cursos confiesan que justo únicamente saben recibir llamadas. “Estos celulares, en su mayoría, son regalos de sus hijos para mantenerse comunicados; no obstante, los usuarios no saben cómo aprovecharlos al máximo. Nuestros talleres son de libre acceso y se promocionan por medio de las redes sociales de la DGTIC y del Museo UNAM Hoy”.
La directora añadió que, mediante estas iniciativas, en colaboración con el Museo no sólo se promueve la “alfabetización digital”, sino que se crea un espacio inclusivo y acogedor donde las personas mayores pueden aprender a familiarizarse con la tecnología en un entorno de apoyo.
Además de Kriscautzky Laxague, los especialistas de la UNAM Eduardo Mateo Cruz, maestro en Pedagogía en la línea de investigación educación y medios de comunicación en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, y Cintia Quezada Reyes, maestra en Ciencias y docente en la Facultad de Ingeniería, reflexionaron al respecto, al coincidir que el rechazo o miedo a acceder a nuevas tecnologías por un sector de la sociedad es un problema multifactorial que no depende únicamente de cuestiones económicas o la edad. La “alfabetización digital” va más allá de saber usar los dispositivos; es necesario aprender a interactuar y participar de manera activa en este entorno.
Para Eduardo Mateo, el miedo o rechazo hacia las nuevas tecnologías está más relacionado con el “desconocimiento”, ya que históricamente la humanidad ha mostrado resistencia ante los avances tecnológicos a lo largo del tiempo.
“En esta era de la conectividad, la falta de acceso a internet, a una computadora o a un dispositivo móvil puede generar rechazo, no sólo por la imposibilidad de acceder a ellos, sino también por no saber utilizarlos”, afirmó.
Esa falta de familiaridad con las herramientas tecnológicas genera temor hacia lo desconocido, lo que Mateo Cruz considera una reacción natural cuando no comprendemos cómo funcionan los dispositivos que se nos presentan.
Otro concepto
Eduardo Mateo Cruz, quien es docente en las carreras de Comunicación y Periodismo, así como en Sociología en la FES Aragón, introdujo el concepto del autor argentino Carlos Scolari de alfabetización transmedia o digital.
Explicó que muchas personas pueden sentirse excluidas del mundo digital debido a su desconocimiento. “Aquí es donde la ‘alfabetización digital’ se vuelve crucial. Como sociedad todavía tenemos mucho por hacer para comprender cómo funcionan estas tecnologías, los medios, las plataformas y los dispositivos”.
Destacó que este desafío no incluye sólo lo meramente operativo; no se trata únicamente de saber encender un dispositivo, sino de entender y aprovechar todas las posibilidades que estas herramientas ofrecen.
La “alfabetización digital”, según Eduardo Mateo Cruz, debe superar la simple enseñanza de leer y escribir en el ámbito digital y plantearse su propósito. “Al igual que en el pasado, cuando la alfabetización tradicional respondía a la necesidad de integrar a las personas en un mundo laboral y productivo, hoy la digital es esencial porque no existe sector de la sociedad que no esté atravesado por este aspecto”, sostuvo.
En cuanto a la “alfabetización transmedia, tecnológica o digital”, Marina Kriscautzky expresó su preferencia por definirla como la capacidad de interactuar dentro de la cultura digital.
Indicó que no le agrada el término “alfabetización” porque se asocia con el aprendizaje de habilidades básicas, como las primeras letras. “Prefiero hablar de la capacidad para desenvolverse en una cultura escrita, y en este caso la digital implica interactuar en un entorno mediado por la tecnología. Para lograrlo se requieren múltiples habilidades, a las cuales no todos los individuos tienen acceso”.
Kriscautzky aseveró que integrarse a la cultura digital no se limita al simple acceso a la tecnología; es necesario aprender normas de interacción y cómo gestionar aquellas que se realizan en línea. Comentó que, dado el rápido avance de la tecnología, quienes no han logrado incorporarse a dicha cultura enfrentan una creciente dificultad para hacerlo.
Además, resaltó que esta dimensión cultural excluye a muchas personas, ya que integrarse requiere compartir ciertos códigos culturales y prácticas sociales. “No todo el mundo ha construido ese capital cultural”, por lo que también se necesita un dominio instrumental de los dispositivos tecnológicos para participar plenamente en este entorno.
Gente habituada a que otros naveguen por ellos
En tanto, Cintia Quezada manifestó la importancia de resaltar que, en muchas ocasiones, las personas de la tercera edad que tienen familiares que manejan la tecnología están acostumbradas a que sean otros quienes realicen las actividades por ellas. “Entonces, más que miedo a la tecnología, lo que sucede es que están habituadas a que alguien más lo haga en su lugar”.
La docente en la Facultad de Ingeniería dijo que si hablamos de adultos mayores que no cuentan con algún miembro en la familia que maneje la tecnología, “ahí sí podemos visualizar ciertos miedos o inseguridades. Estas personas no tienen a alguien que los apoye, y a menudo desconocen qué dispositivos pueden usar”.
Agregó que este desconocimiento genera un obstáculo adicional, ya que no cuentan con una persona que los incentive o motive a familiarizarse con esos dispositivos. “Por lo tanto, es fundamental que exista alguien que sepa manejar la tecnología y, sobre todo, que tenga la paciencia para enseñarles cómo usar los dispositivos o cómo acceder a ciertas actividades en línea”.
En este sentido, Kriscautzky Laxague apuntó que sin ese apoyo emocional y pedagógico es difícil que una persona mayor de 70 años se atreva a usar la tecnología.
Precisó que, de no lograr apropiarse de estas herramientas, se ven excluidos de actividades cotidianas como la comunicación familiar, la gestión de citas médicas, o acciones básicas como enviar un archivo PDF, entre muchas otras.
“A menudo los nietos les hacen todo rápidamente: ‘Así, abuela, ya está’, pero no les enseñan a hacerlo por sí mismos. El acompañamiento amoroso debe incluir una reflexión pedagógica, y esto es necesario no sólo en personas mayores, sino en todos los sectores”, subrayó.
Opciones que ofrece el Estado
En este orden de ideas, Quezada Reyes agregó otras opciones para que la ciudadanía se acerque a aprender el uso de tecnología básica.
“El IFT ofrece programas gratuitos no sólo para adultos mayores, sino para cualquier persona adulta. En 2023, dicho Instituto lanzó una campaña para promover el acceso a estos programas. Además, en Ciudad de México hay centros comunitarios, como los del PILARES, que no únicamente ofrecen cursos de tecnología gratuitos, sino toda una gama en cuestión de educación”.
Razones multifactoriales
Asimismo, Eduardo Mateo detalló que cuando se piensa en la relación entre factores socioeconómicos y la resistencia a la tecnología, parece evidente que la falta de recursos económicos es una causa importante.
“Podemos referirnos a datos del INEGI, del Instituto Federal de Telecomunicaciones, y de la Asociación Mexicana de Internet. Todos coinciden en que, hasta 2023, el 81.4 % de la población mexicana tenía acceso a un teléfono inteligente”.
El académico describió que, sin embargo, hay una gran diferencia entre tener acceso a un dispositivo o conexión y realmente utilizarlos de manera eficiente.
“Si analizamos por grupos etarios, zonas geográficas y actividades, encontraremos que muchas personas se conectan a internet a través de servicios de prepago o contratos de datos, que no son tan económicos. Para algunas familias la realidad es que tienen que decidir entre pagar un plan de datos o cubrir otras necesidades básicas, como alimentarse”, apuntó.
Respecto a la influencia de los recursos económicos en el acceso al mundo tecnológico y al internet, Marina Kriscautzky acotó que, si bien es un factor relevante, no es el único determinante.
Enfatizó que este es un problema “multifactorial”. La edad, por ejemplo, desempeña un papel importante, pero también se combinan muchos otros aspectos. “Antes, los bajos recursos económicos eran uno de los más determinantes; pero hoy en día la tecnología está mucho más distribuida”.
No obstante, “son ciertas condiciones sociales las que impiden que algunos grupos, aunque tengan acceso a la tecnología, no puedan aprovecharla plenamente debido a la falta de otros conocimientos necesarios para manejar grandes cantidades de información”, comentó.
Por esta razón, afirmó que el problema es, efectivamente, “multifactorial”. No lo describiría tanto como una resistencia, sino más bien un miedo: “creo que por ahí va”.
Cintia Quezada estuvo de acuerdo en que no podemos decir que el factor socioeconómico o la edad sean los únicos decisivos para el acceso y manejo de la tecnología; sostuvo que existen otros factores clave.
“Es evidente que muchas personas que carecen de recursos para acceder a medios tecnológicos no podrán manejarlos. Sin embargo, también hay otras con ingresos altos que no tienen la motivación ni el interés de acceder a dispositivos tecnológicos, muchas veces porque no lo consideran necesario o, como se mencionaba antes, están acostumbradas a que alguien más realice esas actividades por ellas”, resaltó.
Las mujeres, con mayor riesgo de rezago
Marina Kriscautzky, quien es licenciada en Pedagogía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, mencionó que ciertos grupos etarios, como las personas mayores de 60 años, pueden experimentar miedo hacia la tecnología, y este temor está influido por múltiples motivos. “A nivel educativo, influyen aspectos como si trabajas o no trabajas, o incluso si eres mujer”.
Observó que en nuestra sociedad, una mujer de más de 60 o 70 años pudo haber crecido en una generación en la que no tenía derecho a ir a la escuela, especialmente en ciertos sectores sociales. “Tal vez en su familia todos saben usar el celular, menos ella. Y esto puede estar relacionado con el hecho de ser mujer, lo que en ocasiones las lleva a autoexcluirse, pensando ‘¿ya para qué?’”.
En conclusión, el rechazo o miedo a las nuevas tecnologías es un problema multifactorial que no puede atribuirse únicamente a la falta de recursos económicos o a la edad. La “alfabetización digital”, tal como señalan los expertos, implica mucho más que la mera capacidad de usar dispositivos; se trata de una habilidad cultural que permite interactuar de manera efectiva en un entorno mediado por la tecnología.
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