Narcotráfico: Drogas, poder y enfermedad
Por: Marco Antonio García Téllez | Impulso Informativo
Hablar del narcotráfico en México no es solo referirse a cárteles, enfrentamientos o decomisos. Es, sobre todo, confrontar una realidad estructural que nos involucra a todos. Lo que llamamos “narcotráfico” ha dejado de ser únicamente una actividad criminal para convertirse en un engranaje más del sistema económico global. Su persistencia, expansión y transformación reflejan una verdad, no puede combatirse de forma aislada porque ha sido absorbido, tolerado e incluso protegido por distintas esferas del poder tanto legales como ilegales.
Este fenómeno no está peleado con los Estados, en muchos casos, forma parte de ellos. EEUU, el mayor consumidor de drogas del mundo, lo ha instrumentalizado como herramienta geopolítica desde hace décadas. Tras la Segunda Guerra Mundial, al construir su aparato de seguridad y agencias de inteligencia, comenzó también a militarizar las políticas antidrogas. América Latina, en su mayoría, cometió el error de adoptar ese enfoque, creyendo que una política de violencia traería paz. El resultado ha sido exactamente el contrario.
El narcotráfico no es solo una amenaza criminal, es una manifestación del sistema financiero que lo sostiene. En otras palabras, no se combate al narco sin combatir al modelo económico que lo alimenta. Cuando decimos que se está combatiendo al crimen organizado, pero no se atienden las causas que lo originan, lo que en realidad se hace es reforzar una simulación de la formar de resolver los problemas de nuestro país vecino “EE.UU.”. Pobreza, marginación, desigualdad y falta de alternativas, son los problemas que se deberían resolver día con día, empujan a miles de personas hacia actividades ilícitas. Y mientras no se solucionen esos temas de raíz, todo intento será una solución parcial.
Por eso, la política de “abrazos no balazos“, va más allá de su nombre cuestionado, representó un intento por romper con el paradigma de la guerra, ese que adoptamos por influencia del vecino del norte. No se trataba de tomar una postura de derrota ante el crimen, sino de replantear la estrategia desde un enfoque social, reconociendo que quienes se suman al crimen organizado muchas veces lo hacen por necesidad, no por maldad.
¿Es posible erradicar las drogas? La historia nos dice que no. Lo que sí es posible y urgente es educar sobre su uso, reducir daños, despenalizar con inteligencia y atender las adicciones como lo que son, “problemas de salud pública”.
Y mientras eso ocurre, las grandes farmacéuticas que se presentan como agentes de sanación, han lucrado con sustancias que ellas mismas promovieron sin ética. Casos como el del fentanilo y el OxyContin en EE.UU. evidencian que el problema no está solo en la frontera sur, sino en un modelo que convierte al dolor en negocio. ¿Qué diferencia hay entre un cártel que trafica con heroína y una corporación que distribuye opioides con fines de lucro?.
El narco capitalismo no es una desviación del capitalismo, es su rostro más brutal, es aquel que convierte la desesperación en mercancía y la muerte en estadística. Por eso, el narcotráfico no se elimina con más armas, sino con más alternativas. Solo queda por decir que el crimen florece donde el Estado está ausente, donde no hay escuelas, hay reclutadores, donde no hay empleo, hay sobornos, y donde no hay futuro, hay miedo.
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN:
- ¿Estamos combatiendo al crimen o sosteniendo un sistema que se beneficia de él?
- ¿Qué papel han jugado el consumo y la cultura estadounidense en el fortalecimiento de los cárteles en México?
- ¿Qué responsabilidad tienen las farmacéuticas y gobiernos en la expansión de sustancias adictivas como el fentanilo?
- ¿Por qué la militarización ha fracasado una y otra vez en resolver el problema?
- ¿Quién realmente gana con la prohibición de las drogas?
- ¿Podremos construir un país más justo sin revisar las estructuras económicas que marginan a millones?
PROPUESTAS PARA ABRIR CAMINOS:
- Reorientar la política pública hacia la prevención, no solo hacia la contención.
- Legalizar y regular ciertas sustancias con un enfoque sanitario y no punitivo.
- Invertir en educación, salud y cultura como herramientas de pacificación.
- Establecer mecanismos internacionales de fiscalización financiera para frenar el lavado de dinero.
- Reconocer que sin justicia social no hay paz duradera, y sin equidad, cualquier intento será frágil.
- Romper con la dependencia de modelos de seguridad impuestos desde el exterior y construir estrategias desde nuestras realidades.
México necesita dejar de jugar en un tablero impuesto. No se trata de rendirse ante el crimen, sino de rediseñar las reglas del juego. Cambiar el lenguaje, las estrategias y las prioridades. Porque el verdadero enemigo no es solo el narco: es el sistema que lo permite, lo tolera y lo necesita.