Contribuye la UNAM con estudio integral para documentar y conservar monumentos del siglo XIX

  • Hugo Arciniega Ávila y Ricardo Mejía Falcón describieron la trascendencia de este trabajo en piezas que forman parte de la historia de la capital del país

17 diciembre 2025.-Con el uso de nuevas tecnologías, como microscopios digitales portátiles y drones, un equipo multidisciplinario de la UNAM y de otras instituciones trabaja 10 monumentos públicos conmemorativos de la Ciudad de México para su estudio, registro detallado y documentación, a fin de coadyuvar en la urgente necesidad de su conservación.

La Universidad Nacional, a través del Seminario Los Monumentos Públicos en México. El siglo XIX, con sede en el Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE), lleva a cabo, por primera vez, un proyecto de investigación integral, el cual incluye sugerencias a las autoridades para su restauración y mejor preservación.

Hugo Arciniega Ávila, investigador del IIE y titular del Seminario, precisó en entrevista que son vulnerables por el cambio en su interpretación histórica; cuestiones climáticas y contaminación; y por su relación con el entorno social.

Con financiamiento del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la Universidad es posible que el equipo conformado por especialistas en historia del arte, historia, científicos de materiales, restauradores, fotógrafos, físicos, químicos, etcétera, trabaje en este plan.

Son 10 los monumentos elegidos por su relevancia histórica y vulnerabilidad, entre ellos el de José María Morelos, que data de 1865, develado por el emperador Maximiliano de Habsburgo, el cual en 1907 se trasladó a su ubicación actual, dando nombre a la colonia de la alcaldía Venustiano Carranza.

Los dos de Cristóbal Colón, uno de la autoría de Charles Cordier, que se instaló en Paseo de la Reforma en 1877 y que fue retirado hace un lustro por asociarse al colonialismo; y el de Manuel Vilar, ubicado en Buenavista desde su inauguración en 1892.

Asimismo, los conmemorativos de la Guerra de 1847, que datan de 1856: Defensores de Churubusco (ubicado en el Museo de las Intervenciones) y el monumento funerario de la batalla de Molino del Rey, que se encuentra en los jardines del Complejo Cultural Los Pinos; y el de Cuauhtémoc, el más complejo por la cantidad de esculturas y simbolismos que posee, también localizado en Paseo de la Reforma.

A ellos se suman los de Carlos IV, en la Plaza Manuel Tolsá, en el Centro Histórico; Vicente Guerrero, en la colonia Guerrero; y los de Julián Villagrán y Nicolás García de San Vicente, ambos en el Paseo de la Reforma.

Cuentan una historia

Un monumento es una pieza urbana que, durante el siglo XIX, sirvió para mostrar al pueblo quiénes eran los héroes y sus virtudes cívicas, como el heroísmo. El objetivo, como en toda obra artística, era transmitir un mensaje; en este caso, en esa centuria la Ciudad de México, inició un proceso de secularización, es decir, se pasó de los valores religiosos a los laicos y civiles.

Su papel es fundamental: de ornato, porque son piezas con contenido y calidad artísticos; e informativo, para reconocer a los personajes que construyeron a la nación. Además, se volvieron elementos de referencia y con uso político, social e identitario. “Nuestra investigación considera esos aspectos, pero también analiza cómo operan en 2025, cómo la comunidad se relaciona con ellos”.

En el equipo -donde también trabajan becarios de licenciatura y posgrado- se documenta la historia de cada uno: quién lo elaboró, cuándo, quién lo encargó y, si es el caso, cómo se ha movido por la urbe. De igual manera, los materiales empleados (tipo de piedra, metal, mármol, etcétera) y su transformación, junto con la reconstrucción de técnicas y su evolución, por ejemplo la fundición.

También estamos estudiando cómo la estafeta de la elaboración pasó de extranjeros, como el italiano Antonio Piatti, a mexicanos como Miguel Noreña, formados en la Academia de las Tres Nobles Artes de San Carlos (antecedente de la actual Facultad de Artes y Diseño de la UNAM); y a la fundición artística de las piezas en la capital del país.

Hugo Arciniega detalló que otro aspecto es determinar la participación de arquitectos e ingenieros, por tratarse de piezas pesadas, de varias toneladas, asentadas en suelos blandos; “estamos indagando, desde lo documental, cómo eran los procesos de cimentación”.

Un ejemplo

En la colonia Morelos, un monumento de mármol de ese héroe de la Independencia permanece sobre su pedestal, con una fisonomía idealizada, acercando al transeúnte a la antigüedad clásica. De una sola pieza, pesa dos toneladas.

En 1865 se ubicó en Plaza de Guardiola (actual esquina de Madero y Eje Central); en 1869 fue movido a la Plaza de Santa Veracruz, hoy avenida Hidalgo, en el Centro Histórico; a partir de 1907 da nombre a la popular colonia, desde su localización en Avenida del Trabajo y la calle de Jarcería.

Cambió de lugar, explicó el experto, porque los emplazamientos también tienen una carga política. Su primera ubicación se debió a que al emperador Maximiliano le quedaba de camino hacia Palacio Nacional; cuando cae el Segundo Imperio se le coloca en la plaza de la Santa Veracruz, para finalmente ser un detonante identitario para los artesanos que habitaban la nueva colonia.

La estatua, deteriorada por su exposición a la intemperie y la lluvia ácida, está mirando al sur porque su campaña es sureña, y con un leve giro hacia el poniente, pues así se conmemoraba su fusilamiento. La espada es señal de lucha, y un pie adelante muestra que la campaña militar avanza. Su vestimenta es de sacerdote. “Hay todo un simbolismo”, resaltó.

A los colonos les importa la pieza. Es su símbolo, un patrimonio que, si bien no intelectualizan, lo identifican como un elemento que les permite reconocerse como pertenecientes a un territorio urbano. Es la evidencia viva de cómo un monumento hace identidad en una región o barrio. “No nos hemos topado con algún caso donde los monumentos no sigan jugando un papel, desde límite entre territorios de bandas, hasta memoria del terruño lejano”.

Ocultan los detalles

Ricardo Mejía Falcón, académico de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente, manifestó que se limpió uno de los relieves del pedestal recubierto de pintura. El problema con esta es que sus capas empiezan a ser tan gruesas que ocultan los detalles de los relieves. En la pieza también se observan las “costras” de agentes contaminantes, incluyendo material orgánico.

Además del registro fotográfico de la pieza, se efectuó uno colorimétrico. Es decir, “medimos el color con un equipo denominado colorímetro, que asigna una expresión matemática para cada tono y por ello es preciso”. Con ayuda del microscopio digital se determinó la situación de la superficie para emitir propuestas de conservación.

Arciniega Ávila afirmó que, aunque la lectura de los monumentos cambie, o se muevan de sitio, se sustituyan o desaparezcan, en la Universidad quedará su registro pormenorizado. Los informes podrán ser consultados en línea y se tiene pensada una publicación o catálogo que acerque al público los avances de este plan de tres años, el cual concluirá en diciembre próximo su etapa de trabajo de campo.

Lo que sigue es procesar los datos, además del estudio de los materiales y del contexto urbano, concluyó.