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A pesar de todo… no se mueren
Las escuelas, esos espacios culturales que forman parte de la estructura para la continuidad civilizatoria, han pasado por innumerables descalabros: recortes presupuestales, abandonos, conflictos, situaciones, reformas, renovaciones, modernizaciones, guerras civiles, revoluciones, crimen organizado, delitos innombrables, críticas desde plataformas teóricas diversas y aun así… se resisten a morir.
Estas instituciones funcionan más allá de las secretarías, ministerios y gobiernos. Existen gracias al entusiasmo de familias, estudiantes y profesorado. No son paredes, explanadas, laboratorios… su esencia radica en el corazón de la unidad irreductible: los seres humanos.
Se trabaja para los y las otras, desde la misión de ayudar a otras y otros a aprender. Las implicaciones de la noble labor que se realiza en las escuelas permite superar las adversidades y salvar lo insalvable. El trabajo en las escuelas trasciende y es por ello que tienen un componente no previsto que se diversifica a partir de los distintos seres humanos que le dan vida.
Es inevitable reconocer también que existen posiciones egoístas, trayectorias que lejos de pretender ayudar al prójimo en su formación, buscan carreras políticas usándolas como peldaños construidos por los sueños, aspiraciones e ilusiones de seres humanos que hay que pisar.
Así, las escuelas se convierten en entramados complejos donde todo lo que existe en los seres humanos, porque por ellos están formadas, se concretan en su interior, en su dinámica cotidiana. Se tiene que ver el conjunto para entenderlas. Ver una sola cara implica seccionar y al hacerlo, sin el ejercicio de volver a integrarlo, se tienen visiones incompletas, tendenciosas, sean desde escenarios catastróficos o ensoñaciones, pasando por sus distintos gradientes.
Las escuelas, como todas las instituciones estructuran a los y las integrantes de una sociedad y, al mismo tiempo, son estructuradas por ellas y ellos. Las épocas perfilan, determinan y precisan lo que las escuelas son, la vida en su interior con todas sus interacciones entre las y los individuos, así como con todos los elementos culturales y de una civilización.
Las épocas las configuran, reconfiguran, buscan darle forma y con ello su papel social, cultural, histórico y demás; sin embargo, hay que recordar que las mismas épocas, los momentos históricos, no son homogéneos –esa es su característica principal, hasta ahora-, en ellas coexisten diferentes paradigmas y matices que al interior de las escuelas generan la riqueza de la diversidad, tensiones, luchas, logros, aciertos y desaciertos, entre otros.
El cuerpo profesoral, se ve inmerso como sujetos y también como actores que construyen, reconstruyen y deconstruyen realidades en afán de utopías, proyectos y convicciones de naturalezas incluso contradictorias.
Esas son nuestras escuelas, simplemente complejas y que después de todo, a pesar de todo… no se mueren.
Con información: Revista Educarnos
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