Arnoldo Kraus: una vida entregada a sus pacientes y la bioética

- El investigador y profesor de la Facultad de Medicina, recién fallecido en Ciudad de México, también fue articulista y autor de varios libros
El pasado 30 de agosto, Arnoldo Kraus –médico internista, reumatólogo, escritor, investigador y profesor de la Facultad de Medicina– falleció en Ciudad de México, donde había nacido en 1951.
Integrante de una familia judía de origen polaco que padeció las atrocidades cometidas por el régimen nazi en contra de judíos, gitanos, negros, homosexuales y otros grupos de personas de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, desarrolló un profundo pensamiento crítico y humanista a partir, precisamente, del conocimiento de este hecho que ensombreció al mundo entero.
Fue miembro fundador del Colegio de Bioética y del Seminario de Cultura Mexicana, articulista de los periódicos La Jornada y El Universal, y de la revista Nexos, y autor de varios libros, entre los cuales destacan La eutanasia (1998), Morir antes de morir. El tiempo de Alzheimer (2007), Cuando la muerte se aproxima (2011), Decir adiós, decirse adiós (2013), Recordar a los difuntos (2015), Dolor de uno, dolor de todos (2015), Suicidio (2021) y La vida. Un repaso (2023).
Temas controversiales
Antonio Villa Romero, profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM, fue uno de los amigos más cercanos de Arnoldo Kraus. A unos días de la muerte de éste, recordó: “Arnoldo y yo nos conocimos en 1989, cuando ingresé en el hoy Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, que entonces se llamaba simplemente Instituto Nacional de la Nutrición. Él ya era médico del Departamento de Inmunología y Reumatología. Ahí se inició nuestra amistad. Empecé a colaborar con él en el análisis de información de sus pacientes con síndrome de Sjögren primario, que es un padecimiento reumático autoinmune. Con base en ese análisis se publicaron diversos artículos”.
Posteriormente, cuando su amistad con Kraus se fortaleció, Villa Romero fue testigo de los inicios de aquél en las letras. Al respecto contó: “Carlos Payán, director fundador del periódico La Jornada, era paciente de Arnoldo. Así pues, Payán lo invitó un día a escribir artículos en ese periódico. Al principio, Arnoldo abordó en ellos asuntos médicos en general, pero después encontró su verdadero camino y comenzó a desarrollar los temas por los que hoy en día es famoso: la bioética, la muerte digna, la eutanasia, el suicidio asistido, el suicidio, el aborto”…
A decir del profesor universitario, Kraus estudió a fondo estos temas, y como siempre fue una persona libre en su manera de pensar y actuar escribió acerca de ellos con mucha apertura.
“Ahora bien, hay algo que resaltar. Arnoldo no tenía un sesgo claro a favor o en contra de algunos de estos temas controversiales; él simplemente los exponía con una gran libertad. Por ejemplo, al abordar el suicidio reflexionaba sobre los motivos que podían llevar a una persona a un acto de tal magnitud, sin criticarla ni alabarla, sino demostrando, ante todo, una visión humanista. En cambio, por lo que se refiere al suicidio asistido, frente al hecho de mantener con vida a un paciente a toda costa, criticaba el encarnizamiento médico, por llamarlo de algún modo, y defendía la libertad de aquél de decidir cómo quería bien morir”.
Con todo, Villa Romero cree que Kraus nunca hizo ningún tipo de gestión ante los legisladores para que la eutanasia o el suicidio asistido pudieran legalizarse en el país.
“Él participó activamente en el Colegio de Bioética, y al dictar sus conferencias fijaba su posición, su postura. Nunca quiso incursionar directamente en temas políticos o entablar relación con la política. De hecho, creo que tenía cierta aversión, igual que yo, hacia los políticos, por lo que, en la medida de lo posible, prefería evitarlos”, agregó.
Con mucho humanismo
El derecho a la salud quedó consagrado en la Constitución de México en 1983, cuando la Secretaría de Salud estaba encabezada por Guillermo Soberón Acevedo, exrector de la UNAM.
“Sin embargo, a principios de la década de los años 90, Arnoldo empezó a revisar a profundidad este derecho y llegó a la conclusión de que una cosa era que quedara consagrado en la Constitución y otra que todos los mexicanos pudieran ejercerlo en la realidad. Basado en esto, hizo una crítica general del sistema médico mexicano y, en específico, del sistema de consultas institucional, en el que la relación médico-paciente se pierde al ofrecer consultas de 15 minutos… Él dedicaba mucho tiempo a escuchar a sus pacientes. Tenía ese don y, en consecuencia, siempre abogó por esta práctica. En todo momento trató a sus pacientes con mucho humanismo e intentó entender su dolor y sufrimiento. De ahí que ahora lo recuerden con tanto cariño y tanta gratitud”.
Por cierto, hasta poco antes de su muerte, Kraus siguió recibiendo a sus pacientes en el consultorio particular que tenía, según informó Villa Romero.
“Arnoldo habrá dejado de trabajar en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán hacia finales de los años 90, porque no se sentía muy cómodo al estar sujeto a patrones fijos. Como se sabe, la medicina institucional va coartando poco a poco la libertad de los médicos, porque debe practicarse bajo ciertas condiciones, y eso que estamos hablando de un instituto nacional que era la joya de la corona, pues en él se practicaba una medicina de alta calidad. Así, Arnoldo continuó su profesión como médico internista y reumatólogo particular. Le iba muy bien en su consultorio. Entre sus múltiples pacientes había intelectuales, escritores, pintores… Contaba con un ojo clínico impresionante. Asimismo, al no tener que cumplir un horario institucional, pudo escribir más”.
AGUDEZA FILOSÓFICA
En opinión de Villa Romero, Kraus desarrolló en sus escritos, de una manera directa, sin rodeos –incluso, en ocasiones, con crudeza–, temas médicos muy sensibles que o se pasan por alto o se entienden, pero no se habla de ellos.
“Ésa fue una de sus grandes aportaciones. Además, como escritor, tuvo una evolución formidable. Era un narrador muy claro que llegó a adentrarse en la materia de sus escritos con una fina agudeza filosófica”.
Satisfecho y tranquilo
La última vez que Villa Romero vio a Kraus fue hace unos tres o cuatro años, cuando éste dio una conferencia en uno de los auditorios de la Faculta de Medicina.
“Yo no pude asistir a la conferencia, pero fui a buscarlo una vez que ésta terminó y Arnoldo salió del auditorio. Platicamos brevemente porque él tenía alguna prisa. Como nos teníamos confianza, le dije: ‘Oye, Anchul, ¡qué viejo te ves!’. Él me respondió: ‘¡Lo mismo te iba a decir yo!’. Y quedamos de reunirnos en otra ocasión, con más calma, pero ya no fue posible”.
Los familiares y amigos más cercanos de Arnoldo Kraus le decían Anchul, en honor de un tío que él no conoció, pero que fue hermano –el único varón– de su madre y que falleció a los 13 años, víctima del nazismo.
La noticia de la muerte de Kraus le cayó de sorpresa a Villa Romero, porque, como no había restablecido contacto con él, no sabía que estaba muy enfermo de cáncer. “Mi hija me avisó que había salido la esquela en las redes sociales. La leí y me sorprendí muchísimo. Yo notaba que Arnoldo estaba muy satisfecho y tranquilo con su vida, su profesión y su carrera como escritor. A veces lo veía en YouTube en una entrevista que recién le habían hecho. Debido a que sus padres murieron a edad avanzada, pensaba que todavía tenía muchos años por delante”.