Cultura de paz, acción oportuna y ejemplar

Una estrategia que no se impone, se aprende, practica e institucionaliza. Por ello, el llamado de la UNAM a articular a las humanidades, así como a las ciencias y las artes en un abordaje integral hacia la igualdad sustantiva con perspectiva de género y derechos humanos dentro del Programa Universitario sobre Cultura de Paz y Erradicación de las Violencias (PUCPAZ) es una acción oportuna y ejemplar, apuntó la secretaria de Desarrollo Institucional, Tamara Martínez Ruiz.
Se sabe que la paz no sólo es la ausencia de violencia, sino un proceso transformador que coloca a las víctimas en el centro, que fortalece la confianza social y teje garantías de no repetición mediante verdad, justicia, reparación y reformas institucionales, como lo ha reafirmado la Organización de las Naciones Unidas en 2025 subrayando el potencial de la justicia transicional para sostener la paz y el desarrollo.
Al encabezar la ceremonia inaugural del Sexto Seminario de Violencia, Justicia Transicional y Cultura de Paz. “Políticas públicas y resiliencia comunitaria: construcción de paz en contextos de envejecimiento para abolir las violencias en el curso de vida”, indicó que “estos procesos requieren de la participación significativa de las mujeres, de las personas mayores y de la comunidad en general, de lo contrario no habría una paz sostenible”.
Apuntó que el envejecimiento debería ser un eje estructural en el desarrollo de nuestras sociedades, pero no lo es. La Organización Mundial de la Salud nos recuerda que una de cada seis personas de 60 años o más ha sido víctima de una forma de maltrato en su comunidad, cuando son portadoras de memoria histórica, testigos y muchas veces sobrevivientes.
En el Aula Magna de la Escuela Nacional de Ciencias Forenses (ENaCiF), destacó que desde la UNAM es posible y necesario situar a este grupo de la población como sujetos de derechos, productores y portadores de saber y liderazgo comunitario en la construcción de la paz.
A su vez, Leticia Cano Soriano, directora del PUCPAZ, dijo que con la creación de ese programa se tendrá la oportunidad de integrar experiencias y conocimientos de institutos, centros, programas, escuelas y facultades, donde han desarrollado capacidades en torno a la cultura de paz y a la erradicación de las violencias.
Precisó que el Programa trabajará desde diferentes dimensiones, tres de ellas son la mediación, la perspectiva de género y los derechos humanos. “El optimismo de que podemos pensarnos en sociedades diferentes, donde el trabajo en equipo es posible. Las violencias sociales no son la única alternativa que hay para dirimir diferencias, es indispensable desmontar ese argumento, descolocarlo de la vida social y dar un giro hacia la cultura de paz”.
En su oportunidad, la directora de la ENaCiF, Zoraida García Castillo, señaló que, como científicos forenses, deben analizarse las conductas que dan lugar a las violencias y cómo transitar hacia la paz, porque ese es precisamente nuestro objetivo: contribuir junto con otras áreas del conocimiento a lograr entornos de paz.
Mediante este seminario se propone abordar una serie de análisis social de las violencias y de la justicia de paz y que la Escuela logré ser el lugar en que estos tejidos se den, agregó.
En su turno, la coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV), Verónica Montes de Oca Zavala, consideró que la violencia la viven las personas, incluso, desde la etapa de gestación, afectando ciclos posteriores de su vida.
Desafortunadamente, estos contextos de violencia acompañan el curso de vida hasta la vejez, lo cual es algo que debería tomarse en cuenta, porque no sólo es un aspecto meramente jurídico o judicial, sino mucho más profundo: sociológico, antropológico y psicológico, “pero con un componente que manejamos en el SUIEV: el curso de la vida”.
Violencia en el curso de vida
En la Mesa 1 del encuentro académico, “Violencia en el curso de la vida que afectan el envejecimiento”, Alejandra Mercado Salomón, profesora de la ENaCiF, expuso que se han identificado diferencias significativas en los perfiles de víctimas y agresores, así como en los contextos ambientales entre el abuso físico y otros tipos de maltrato hacia personas mayores. “Las investigaciones sugieren que el agresor suele ser un miembro de la familia, con frecuencia un hijo o hija adultos a quienes la persona maltratada ha brindado ayuda económica o de vivienda”.
Pese a la gravedad y frecuencia del maltrato hay una preocupante escasez de la intervención o prevención basadas en evidencia, por lo que diseñar estrategias eficaces representa un reto, ya que muchas víctimas rechazan los servicios de atención por miedo y desconfianza, y suelen negarse a emprender acciones legales contra el agresor por tratarse de la única persona cercana a ellos.
Leticia Aparicio Soriano, profesora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, opinó que en los pueblos originarios el envejecimiento se percibe distinto. Los adultos mayores tienen una jerarquía superior, son consultados, toman decisiones; los valores de paz, solidaridad, bienestar y comunalidad los transmiten de generación en generación.
En su intervención, Martha Liliana Giraldo Rodríguez, investigadora del Instituto Nacional de Geriatría, destacó que en el último año, entre dos y cuatro de cada 10 personas adultas mayores reportaron violencia ejercida en el ámbito familiar o por algún conocido; quienes más la padecen son aquellas que tienen dependencias físicas, mentales, emocionales, y económicas.
En el encuentro universitario también participó Marisa Belausteguigoitia Rius, académica de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, quien sostuvo que usos excesivos de la noción de violencia y denominaciones erróneas han afectado el entendimiento y construcción de políticas públicas al respecto.