Especialistas de Ecología combaten el mal de Chagas en Morelos

  • Según datos de la Secretaría de Salud, entre 2018 y 2024 se confirmaron seis mil 498 casos de esta enfermedad en México

En la comunidad de Zacatepec, Morelos, un enemigo pequeño y escurridizo ha desatado miedo, molestias físicas y preocupación entre los habitantes: se trata de la chinche triatomina (o besucona), un insecto aparentemente inofensivo, pero que en realidad es el principal transmisor del parásito causante de la enfermedad de Chagas.

“Como a las dos de la madrugada, sentí una fuerte comezón en el brazo y me vi una picadura grande. Como no era de zancudo, corrí a lavarme con cloro. Al otro día vi la roncha más gordita y me dio miedo. Lloré porque soy hipertensa y diabética, y no sabía qué consecuencias tendría la picadura de un triatomino. Pensé que iba a morir”, relató Olivia Rivera Solís, una mujer mayor que regenta una pequeña tienda de abarrotes.

Las chinches se esconden en grietas, camas y techos de lámina, y salen de noche en busca de sangre. Sus picaduras suelen confundirse con las de mosquitos o alacranes y pueden transmitir un parásito llamado Trypanosoma cruzi, causante del mal de Chagas, padecimiento crónico que afecta al corazón y otros órganos vitales.

Según datos de la Secretaría de Salud, entre 2018 y 2024 se confirmaron seis mil 498 casos de dicha enfermedad en México. Sin embargo, los expertos advierten que la cifra podría ser mayor, pues muchas personas desconocen que han sido afectadas por carecer de diagnóstico.

Tras años del contagio, en la fase crónica el mal de Chagas puede provocar alteraciones cardiacas, trastornos neurológicos y digestivos.

“Debemos cuidarnos de las chinches, están por doquier, más si acumulamos cosas; hay que hacer limpieza todo el tiempo”, aseguró Olivia, quien actualmente forma parte de un grupo de habitantes que, tras vivir la experiencia de tener a estos insectos en casa, hoy colaboran con personas científicas de la Universidad Nacional para contener dicha amenaza.

Ciencia y trabajo con la sociedad

Frente a la desinformación, un equipo del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, liderado por Alex Córdoba Aguilar, emprendió una estrategia innovadora: trabajar directamente con las comunidades afectadas. “Lo que me motivó a estudiar a las chinches es que, pese a afectar a una cantidad importante de gente, hay pocas medidas para controlarlas. En consecuencia, muchas personas mueren por falta de atención o acciones contra estos animales”.

El también experto en ecología de insectos explicó que estos seres de hábitos nocturnos se alimentan mediante un aparato bucal que es como una aguja, y después defecan. Como un acto reflejo, la persona se rasca el piquete, contamina la herida con heces y se infecta.

“Nuestros estudios sugieren que donde abundan estos animales, el riesgo es alto. En Zacatepec, por ejemplo, lo que hemos visto es que el 100 % de las chinches portan el parásito Trypanosoma cruzi y ello quiere decir que las personas corren un alto riesgo de enfermar. Por alguna razón, esto se replica en muchos lugares del país”, destacó.

Por ello, el equipo de investigación comenzó con talleres para enseñar a los habitantes a reconocer a una chinche besucona, capturarla sin riesgo y saber qué hacer en caso de picadura. A quienes habían tenido contacto con ellas, se les proporcionaron frascos para entregarlas vivas.

Una de las colaboradoras más activas ha sido Olivia Rivera, quien tras su incidente buscó en su cama, ayudada por su nieto, hasta encontrar al insecto. Lo atraparon y entregaron a las personas universitarias, quienes para saber si el ejemplar tenía el parásito de Chagas, lo presionaron para obligarlo a defecar a fin de analizar su materia fecal.

Estos animales, señaló Córdoba Aguilar, se han adaptado a ambientes cada vez menos rurales. Cabe destacar que los métodos tradicionales para controlarlo son altamente tóxicos y nocivos para la salud.

Solución natural

Milburga Agüero Román, otra vecina de Zacatepec afectada, comentó que hace un año empezó a ver insectos dentro de su hogar: “Le dije a mi mamá: ‘hay chinches’. Al principio nadie hacía caso. Echamos remedios, pero no se morían, se hacían las muertas y al poco volvían a salir”.

Para Córdoba Aguilar y su equipo, controlar a esta plaga sin que ello suponga toxicidad para terceros, fue crucial. Por ello, llevaron a cabo experimentos con componentes como tierras diatomeas, no dañinas para la salud, y que sirvieron para eliminar estas criaturas.

“Nuestro reto fue llevar este producto a condiciones de lluvia, calor, frío y viento, y a entornos con humanos y animales de compañía. Estamos ajustando algunas cuestiones con la idea de mejorarlo y garantizar la seguridad para las personas. La literatura nos indica que no tiene efectos nocivos y, efectivamente, al regresar a las casas donde lo colocamos, hemos encontrado chinches muertas. Ello quiere decir que funciona”.

El insecticida ha sido aplicado en puntos estratégicos como entradas de casas, cuartos, camas y alrededores. Además, el equipo colocó trampas y realiza visitas periódicas para dar seguimiento a los resultados.

Jade Acosta, vecina de una zona colindante con campos y animales, contó que su cuñado fue picado y que no supo que tenía la enfermedad de Chagas hasta que analizaron su sangre cuando quiso ser donante. Hoy está en tratamiento y puede llevar una vida normal. “Desde que fumigaron no hemos vuelto a ver chinches. Y lo mejor es que este producto no es tóxico. Tengo un niño pequeño y eso nos da tranquilidad”.

Para muchos habitantes de Zacatepec, como Olivia, Milburga y Jade, el impacto del proyecto va más allá del control de los insectos. A pesar del miedo que persiste, la comunidad hoy está más alerta, informada y activa.

Por su parte, Córdoba enfatizó en la importancia de conservar los ecosistemas que permiten el desarrollo de insectos benéficos, como las libélulas, y sugirió mantener limpio todo el tiempo, colocar mosquiteros y cubrir huecos en paredes para evitar la presencia de chinches en casa.

“En un país donde los insectos transmisores suelen ser ignorados por las políticas públicas, este proyecto demuestra el poder de la colaboración entre academia, comunidad y autoridades locales. Enfrentar la enfermedad de Chagas no es sólo una cuestión médica, sino una lucha por el derecho a la información, la prevención y la salud digna”, concluyó.