IPN: El rumbo de la educación superior

Las transformaciones de la Educación Superior (ES) no se detienen. La convergencia entre avances académicos y desarrollos en la industria productiva continúan generando nuevos productos, servicios y necesidades. Un ejemplo ilustrativo es la incorporación de tecnologías emergentes en los procesos formativos, incluso en el contexto de la 4RI.
Es así que la ES continúa enfrentando una transformación estructural sin precedentes impulsada por tres fuerzas globales interconectadas: la globalización económica, la redefinición del papel del Estado y la revolución científico-tecnológica. Estas dinámicas obligan a las instituciones de educación superior a replantear su rol estratégico a fin de responder de manera efectiva a los crecientes desafíos sociales, económicos, tecnológicos y ambientales que caracterizan el entorno contemporáneo.
Organizaciones globales como el Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han elaborado numerosos informes orientados a modernizar la ES. En sus análisis predomina una visión común: la educación superior es un motor clave para el crecimiento económico, priorizando la reducción de brechas socioeconómicas. Sin embargo, la sostenibilidad ecológica ocupa un lugar secundario en sus propuestas, a pesar de la creciente urgencia que impone la crisis climática.
Durante la última década, estos organismos han sido promotores de un modelo que considera a la ES como un eje de desarrollo económico basado en la gestión de calidad, la eficiencia institucional y la integración de elementos estructurales como:
• La universalización del acceso educativo.
• Las alianzas con el sector privado, la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales.
• La adopción de estructuras de gobierno inspiradas en modelos corporativos.
• La internacionalización académica.
• La producción de investigación a través de redes colaborativas de conocimiento.
• La diversificación de la educación terciaria.
• La expansión de modalidades virtuales y presenciales.
• El fortalecimiento de sistemas de evaluación por mérito.
• Las reformas curriculares centradas en competencias.
Los elementos del modelo de educación propuesto por estos organismos internacionales han transformado la operación universitaria, provocando un desajuste entre las estructuras académicas tradicionales y las nuevas exigencias del entorno global. Las universidades, especialmente las públicas, enfrentan presiones para ofrecer una formación flexible, pertinente y continua que responda a los retos de una sociedad globalizada, tecnológicamente avanzada y laboralmente cambiable.
En este contexto, el Foro Económico Mundial (FEM) ha subrayado la necesidad de reconfigurar los sistemas educativos para enfrentar los desafíos de la 4RI y las tecnologías emergentes. Entre sus principales recomendaciones destaca la promoción de competencias altamente valoradas en el siglo XXI, como el pensamiento crítico, la creatividad, la resolución de problemas complejos, la comunicación efectiva y la colaboración interdisciplinaria; habilidades que resultan fundamentales para una empleabilidad sostenible en un entorno marcado por la disrupción tecnológica.
Asimismo, el FEM enfatiza el tránsito hacia un modelo de aprendizaje permanente que abarque desde la educación básica hasta la actualización profesional en etapas avanzadas de la vida. Esta transformación cobra especial relevancia en sectores tecnológicos donde el ciclo de vida de las habilidades se ha reducido a un promedio de 2.5 años. Frente a este escenario, emergen soluciones innovadoras como el aprendizaje modular basado en microcredenciales, apoyado por plataformas digitales accesibles que permiten una formación continua, personalizada y adaptable.