La maldad de un tal Adán, alias “El Capo”
A BOTE PRONTO
Por: Alfredo Páez Cruz
A la Puebla levítica llegó hace pocos años, relativamente, una persona taimada, pero influenciada por las películas de “gángsters”, soñando en ser uno de ellos al estilo moderno inmerso entre el chisme y el chantaje.
No sobra asentar que es fuereño; tampoco decir que vio en la aldea angelopolitana la oportunidad de hacer fortuna, lo que no podía conseguir en su lugar de origen.
Con una esquelética formación ética, cargando una ignorancia que le permite apenas escribir su nombre y unas cuantas líneas twiteras, se aventuró a decir que formaría parte del mundo periodístico, utilizando el seudónimo de un mafioso de programa de televisión. Esto es, que su falta de pantalones le impide usar su verdadero nombre.
Su plan era y es sencillo: pegar y pegar hasta conseguir cobrar. Verso sin esfuerzo ajustado a su manera de conducirse aprendido de sus maestros, otros pillos que presumen ser luminarias periodísticas.
Al más puro estilo “tlacoyero”, la extorsión ha sido su mayor fuente de ingresos.
Cuando le conviene, llora para no ser encarcelado por daño moral; ya lo ha hecho sin miramientos.
Es un tal Adán que nada tiene que ver con el paraíso.
Como tampoco Morales se refiere a la moralidad.
Le gusta comer palomitas viendo a los Soprano.
Todo lo que se relacione al armentismo es su blanco fundamental. Funcionarios judiciales, miembros del gabinete, la nueva y brillante fiscal Idamis Pastor.
Quien esto escribe sigue esperando las acciones legales que dijo iba a emprender en mi contra.
En vez de ello, tuvo que pedirle a “Doritos con Queso” sus abogados (Dr. Ernesto Ramírez y compañía) para asistirlo en líos judiciales en los que se vio envuelto.
Actualmente, mantiene una extraña vinculación con un diputado local, quien lo llama cariñosamente “Capo”, magnífica definición para ese tal Adán, cuyo paraíso se convertirá en el noveno círculo del Averno de Dante de continuar por ese camino.
Se ufana de golpear al gobierno y por otro busca un convenio de publicidad con el mismo.
¡Vaya cinismo!
Actuar como el “tlacoyero” podría conducirlo a seguir su misma ruta que desemboque en una lúgubre habitación de lujo, como le gusta vivir.
Irónicamente, la mixteca baja del estado que le trae recuerdos, le avergüenza.
¡Insensato!
Veremos lo que dicta el destino.