Los pecados de Albert Einstein – parte 1

Por: Dr. Esptiben Rojas Bernilla

Universidad de Magallanes (Chile)

Albert Einstein es el físico más importante del siglo XX, sus ideas profundas han revolucionado las bases de la física newtoniana, dejando estupefactos a los grandes físicos de su época. Estas ideas trajeron cambios profundos en la manera de concebir el universo. En este artículo no comentaremos de estas ideas sino de la faceta más humana de este genio del siglo XX, como todo ser humano también existían imperfección, hechos criticables, que llamaremos sus pecados.

Su sonrisa era uno de sus pecados, sus biógrafos dicen que Albert Einstein tenía una sonrisa insolente, burlona, sarcástica y molesta especialmente con sus profesores. Cuando asistía a clase solo era para reírse de sus profesores, en alguna oportunidad uno de ellos le dijo “se sienta usted en la última fila y sonríe y su mera presencia erosiona el respeto que me debe la clase”  Era tanto el desagrado que sus profesores no se atrevían a recomendarlo para algún puesto de profesor universitario. Albert Einstein desde su graduación en la Universidad de Zúrich en 1900 hasta 1908, sobrevivía con clases particulares o como funcionario en la Oficina de Patentes en Berna. Incluso en 1905 ya había realizado su primera publicación sobre su Teoría de la Relatividad, aún así no conseguía desarrollarse en alguna universidad. Su aceptación en el mundo académico fue lenta, y con reconocimientos importantes de físicos que no habían sido sus profesores. Pero esta sonrisa sarcástica, no fue su mayor pecado, sus biógrafos dicen que su mayor pecado fueron las mujeres, y su machismo que revelan las cartas escritas por Albert a su esposa y amantes. Estas cartas han sido estudiadas con mucho detalle, y analizadas para sacar algunas conclusiones de su personalidad.

Albert Einstein tuvo dos esposas legitimas, Mileva Maric y Elsa Einstein (como prima de Albert tenían el mismo apellido) y muchas amantes, se dice que se enamoraba con mucha facilidad, eso si siempre privilegiando su libertad. La fama que fue adquiriendo a través de años, cuando su trabajo empezó a ser reconocido, conllevó una atracción de las mujeres hacia Albert quién llegó a afirmar que “ni el hombre ni la mujer eran naturalmente monógamos”. Su primera novia fue Marie Winteler, una joven de 18 años, Albert tenía 16, no se sabe porque terminaron, pero ella sufrió mucho, cuando Albert en Zurich conoce en el Politécnico a una compañera de estudios, de quien se enamora perdidamente, llamada Mileva Maric. Una joven talentosa para la física y la matemática, pero muy propensa a la depresión, de mal genio y con pocas cualidades físicas, que hicieron que los padres de Albert se opusieron a la relación, su madre llegó a decir “Albert tu necesitas una esposa y no un libro”. Producto de esta relación prohibida Mileva quedó embarazada de su primera hija, Lieserl, en una situación precaria, ambos eran aún estudiantes. Albert Einstein no quiso asumir la responsabilidad, Mileva tuvo de hacerse cargo sola, mientras Albert estudiaba en Zurich. De esta primera hija de Albert se sabe poco, luego fue abandonada por su madre para regresar con Albert. La pareja se casó en 1903, quedando embarazada de Hans Albert, aún Albert trabajaba en la Oficina de Patentes, sin un puesto académico, la pareja tenia una situación económica precaria. Los amoríos de Albert causaban celos a Mileva, empeorando la relación. En Praga, Albert Einstein obtiene un puesto académico, nace su tercer hijo Eduard, en este momento ya era un físico reconocido, sin embargo, Mileva solo quería regresar a Zurich, causando problemas conyugales, para ese entonces Elsa Einstein que vivía en Berlín se convirtió en el confidente de Albert de sus problemas matrimoniales.

Las ocupaciones académicas de Albert no lo hizo ser un padre presente con sus hijos, Eduard tenia una enfermedad mental que necesitaba atención médica y solo contaba con su madre, mientras que Hans Albert, experimentó un rechazo hacia su padre, que lo manifestó en varias oportunidades. La ruptura era definitiva, Mileva, Hans Albert y Eduard regresaron a Zurich, se cuenta que Albert Einstein lloró desconsoladamente, fue duro para él, pero tomó la decisión de separase y recibir el apoyo y tranquilidad que le brindaba Elsa.