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¿Qué son seis años para la educación?
Hace seis años estaba culminando un sexenio donde la educación pública había sido sometida a un proceso político en que el magisterio perdía, no solo derechos laborales, sino algo más grave: su personalidad e imagen frente a la sociedad.
Gracias a esa visión educativa impuesta por el Banco Mundial, quedó lejos y casi olvidada la figura del maestro-apóstol, entregado y ese personaje infaltable en las comunidades; sobre todo en las rancherías y poblaciones pequeñas en donde es casi el único sujeto (por parte del Estado) que llega a servir, en su caso, para enseñar a niños, niñas y adolescentes sus primeras letras, así como saber contar y otras cosas más.
Esos seis años malditos sirvieron para que las autoridades despersonalizaran la labor docente, a tal grado que las escuelas Normales perdieron gran parte de sus funciones para formar maestros, ya que cualquier licenciado universitario podía laborar en las escuelas como tal, así como todo trabajador de la educación en servicio (mediante ese mecanismo), podía ser director, supervisor o jefe de sector sin condicionarse a la antigüedad en el sistema educativo; solo había que aprobar un examen.
Los siguientes seis años, que ya terminaron a nivel federal y que están por terminar en Jalisco, no hicieron mucha diferencia en cuanto a derechos laborales, capacitación y actualización o cuestiones salariales, en este último rubro, si bien, el salario mínimo tuvo incrementos históricos, el salario magisterial no fue muy diferente a lo que se incrementó en los sexenios de Calderón y Peña Nieto. En este momento, por ejemplo, el personal no docente de un jardín de niños o de una escuela primaria recibe $5983 de sueldo base contra $5873 de una educadora o un profesor quincenalmente.
De igual manera, los siguientes seis años, y de continuar la ruta educativa inaugurada por Andrés Manuel López Obrador, no habrá grandes cambios a la educación pública, ya que, para ello, además de voluntad y políticas educativas viables, se requiere presupuesto e inversión, y para el gobierno de Claudia Sheinbaum no está como prioridad invertir en educación más allá de lo que han hecho los gobiernos que la antecedieron; sus políticas de inversión estarán focalizadas en los trenes de pasajeros, la mejora de la red de carreteras y las pensiones de adultos mayores, de mujeres y personas con problemas de movilidad, así como las becas para niños y jóvenes en edad escolar.
Llegando a 2030, estaremos como hasta ahora y a la espera de que desde el Estado se establezcan políticas educativas que sean la base del desarrollo social, cultural y económico que instalen al país entre las naciones autosuficientes y una población que solo se preocupe por desarrollar sus potencialidades como seres humanos y ponerlas al servicio de México y el mundo.
Con información: Revista Educarnos
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