Reducir su desperdicio, futuro de los alimentos
- En México, el 40 % de los comestibles se convierte en basura
- También se debe considerar hacer investigación que permita rescatar los productos naturales consumidos de manera tradicional: Sandra Naranjo
5 de noviembre de 2025.-Más allá de imprimir comida, al pensar en la alimentación del futuro, se tiene que considerar el impulso de políticas públicas que lleven a reducir su desperdicio, así como hacer investigación que permita rescatar los productos naturales consumidos de manera tradicional, consideró Sandra Naranjo, investigadora de Givaudan France Naturals.
La especialista en el estudio de ingredientes naturales para la industria de sabores y fragancias reflexionó sobre lo anterior al ofrecer la charla “Del plato al cuerpo… el dilema de participar en la innovación alimentaria del futuro”, ante alumnos de licenciatura y del posgrado del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química de la UNAM.
Detalló que ya en 2024, el Foro Económico Mundial alertó que sólo en Estados Unidos se desperdician entre el 30 y el 40 % de los alimentos, por lo que se deben tomar medidas para evitar desaprovechar un tercio de lo que se cultiva. En Francia se estima que cada año se desechan 10 millones de toneladas de alimento.
La Secretaría de Bienestar, precisó, informa que en México se desperdician 30 millones de toneladas de comida al año, y el 40 % del alimento que producimos se convierte en basura; pero lo más preocupante es que un tercio del desperdicio ocurre en casa.
En 2024, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente informó en su reporte “Piensa, aliméntate, ahorra, seguimiento del progreso para reducir a la mitad el desperdicio mundial de alimento” que los desechos de comida ocasionan que cada año se tiren a la basura alimentos por valor de más de mil millones de dólares, lo que también es un fracaso medioambiental, pues se calcula que el desperdicio de alimentos genera entre el 8 y el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Naranjo destacó algunas normativas, enfocadas en el cambio del comportamiento de las personas, las cuales son muy difíciles de implementar y vigilar, pero definitivamente pueden tener impacto: en Francia por ley se ha estipulado que todos los ciudadanos deben reducir 10 % el desperdicio de comida; o el impuesto a los refrescos en México, que sí disminuyó su consumo.
Sobre las estrategias para enfrentar el problema de alimentación en el futuro, invitó a los presentes a estudiar más sobre las propiedades de la comida tradicional mexicana, cuestionando por qué no hay más investigaciones sobre el uso de quelites, huauzontle, nopales o achiote.
Puntualizó que el planeta Tierra está lleno de plantas y animales; sin embargo, estamos en una situación en la que se están perdiendo antes de poder caracterizarlos.
Ejemplo de lo anterior es la espirulina, documentada en el Códice Florentino, y la cual se conocía como el queso azteca, que era recolectada de los lagos y al secarse formaba un polvo azul-verde que compactaban con sales minerales, formando bloques que eran vendidos en los mercados.
“Aparentemente la ponían sobre la comida, como condimento, pero se perdió, como tantas cosas, y necesitamos investigar, entender y promover si son útiles para la humanidad en este momento. La espirulina es una cianobacteria con una composición nutritiva impresionante, porque tiene clorofila, carotenoides, vitaminas, proteínas; ahora está de moda en el mundo, pero en México poco se conoce o se usa”.
Pensando a futuro, la investigadora mencionó que es mucho lo que se puede hacer. Por ejemplo, adecuar la comercialización y distribución de alimentos; investigar el rescate y promoción de los prehispánicos o mestizos; trabajar con las comunidades agrícolas cerca del espacio donde vivimos; participar en la innovación de la ciencia en la materia, ya sea al crear nuevas tecnologías de procesado, biotecnología, cultivos mejorados; además de revisar los alimentos y su impacto en la salud.
Acerca de los esfuerzos realizados en naciones del primer mundo para imprimir alimentos con el fin de sustituir la producción tradicional, explicó que el tema es complejo porque una cosa son los análogos de carne y otro la comida vegetariana.
Hace cuatro años, recordó, las grandes empresas de alimentos empezaron a trabajar en la producción de carne, pero el producto no tuvo el impacto que se esperaba porque era caro, no tenía buen sabor y los vegetarianos alegaban que era mejor obtener las proteínas de productos naturales.
“Creo que será difícil llegar a eso porque en países de Latinoamérica o África comer carne representa estatus, y esto no se solucionará con los imprimibles”, finalizó.