La normal rural Raúl Isidro Burgos, entre carencias y caos

By on septiembre 24, 2015
  • Guerrero. A diferencia de otras escuelas de educación superior, esta normal no cuenta con agua en sus baños ni clases en sus aulas

Foto: Leslie Pérez

TIXTLA, GRO. El interior de la escuela normal rural Raúl Isidro Burgos no se parece en nada a otras instituciones educativas. Desde la entrada se nota el control que tienen los alumnos sobre el inmueble, dejándole una apariencia desordenada de cuarto adolescente, combinada con la carencia de quien sólo tiene lo necesario para estudiar.

Asentada en lo que fuera la hacienda de Ayotzinapa, en Tixtla, Guerrero, la normal cuenta, oficialmente, con 560 alumnos, 55 profesores y 70 trabajadores administrativos. Fue creada por el presidente Lázaro Cárdenas como una opción de educación superior para la población rural y pobre de la región.

El visitante sólo debe de pasar una inspección visual de los jóvenes que están en la entrada. Nada de preguntas o identificaciones para la que se autodenomina “Cuna de la conciencia social”, o al menos ese es el lema pintado en el zaguán de ingreso.

Al interior de la escuela, uno se encuentra con algo diferente a lo que la fama, buena o mala, dicta de esta normal.

Para quienes esperan ver a comandos armándose para la revolución, lo más parecido a un guerrillero que encontrarán son los murales de el Che Guevara o el Subcomandante Marcos. Los chavos no portan armas.
Pero tampoco es el escenario que uno espera de una escuela superior.

Los salones han sido adaptados como tiendas o dormitorios, dominan dos terceras partes de los edificios de la normal, y aquellos que conservan un pizarrón están vacíos, con los vidrios rotos, mientras que en los pasillos uno se topa con ropa colgada o edredones tendidos al sol.

Las carencias se hacen más notorias en los baños. Sin red de agua que los alimente, quien hace sus necesidades fisiológicas debe acarrear agua con cubetas para dejar el retrete listo para la siguiente persona.
En este espacio se desenvuelven los jóvenes, quienes a eso de las tres de la tarde están acostados en su cuarto con la puerta abierta para resguardarse del calor, o echados en las áreas verdes compartiendo los alimentos con el compañero de clase.

Ayotzinapa no se parece a ninguna otra escuela superior del país, no tiene computadoras, pero tiene antenas de televisión satelital en algunas habitaciones; no tiene bibliotecas, pero cuenta con amplios sembradíos de flores.

Por el momento la normal no tiene maestros que den clase, pero sí alumnos que le dan su toque especial al lugar.

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